(Artículo publicado en Mercurio-3, 1er trimestre 2004)
PRIMERA PARTE
Entrando en debate
En una declaración firmada por las asociaciones astrológicas más importantes de Alemania y de Suiza se puede leer en la tesis número 6 la siguiente frase: „La experiencia acumulada en milenios ha demostrado que la posición de los astros de nuestro sistema solar en el zodiaco tropical lleva a conclusiones más acertadas“. Aparte de que los milenios aludidos suponen una bienintencionada exageración, creo que esta aseveración hay que considerarla fruto de un prejuicio. A no ser que se pretenda ignorar la experiencia que han hecho astrólogos con el zodiaco sidéreo en otros tantos milenios, o se haya demostrado que sus conclusiones son menos certeras. La „experiencia“ de que habla la cita presupondría que los astrólogos implicados hubieran cotejado las conclusiones derivadas de ambos zodiacos – lo cual seguramente no es el caso.
Se trata de una opinión, o más bien de un dogma muy extendido entre los astrólogos occidentales. Lo cual no es de extrañar, ya que la gran mayoría de estos astrólogos ha “crecido” con el zodiaco tropical y prácticamente no conoce otra cosa. Pero no deja de ser chocante que un trabajo como el Manifiesto de Patrice Guinard, que con tan eruditos argumentos desenmascara los prejuicios y aversiones de la comunidad científica vigente contra la astrología, arremeta contra el sideralismo en el tono más despectivo, acusando a “ciertos obscurantistas” - por lo demás ”no significativos” - representantes de una “pseudo-astrología sideralista” de “incrementar inútilmente el desorden en el seno de la astrología”. Aparte de despreciar a la legión de astrólogos hindúes como interlocutores – sus argumentos parecen dirigirse únicamente contra una minoría de sideralistas seguidores de Cyril Fagan – Guinard se rebaja aquí a un nivel que poco tiene que envidiar a los detractores de nuestra ciencia. Es muy humano: después de afirmar que “la astrología atañe a otra lógica” que las ciencias físicas, deja claro que es imposible que al zodiaco sidéreo le ataña una lógica distinta de la que concibe el autor (1).
Las traducciones que se han hecho en los últimos años de textos medievales y griegos, asi como el creciente interés por la astrología védica incitan a plantear de nuevo la inquietante cuestión: ¿Debería de basarse la interpretación astrológica en el zodiaco tropical, tan extendido en occidente, o más bien en el zodiaco sidéreo, o en los dos?
Ambos zodiacos están formados por 12 sectores de la eclíptica de 30 grados de arco cada uno, denominados signos zodiacales. La diferencia de momento solo estriba en el punto de partida de la secuencia de estos 12 signos. El grado cero de Aries del zodiaco tropical se define por el punto vernal. El zodiaco sidéreo por el contrario se considera fijo con respecto al espacio estelar que circunda al sistema solar, de manera que los signos zodiacales sidéreos contienen las constelaciones de estrellas que les dan nombre.
A causa del desplazamiento que efectúa el eje terrestre en torno al polo eclíptico en 25770 años, el punto vernal o equinoccio – intersección entre el ecuador celeste y la eclíptica - se mueve en sentido retrógrado a lo largo del zodiaco sidéreo, a razón de 1° cada 71,58 años. A este movimiento le llamamos precesión de los equinoccios (dib.1). Hace unos 1670 años (en la época del emperador Constantino y del concilio de Nicea) ambos zodiacos se superponían, de manera que el comienzo de Aries del zodiaco tropical – el punto vernal – coincidía con el comienzo de Aries del zodiaco sidéreo. La distancia entre los comienzos de ambos zodiacos – denominada Ayanamsa – asciende hoy en día a unos 22°47’ (2).
Podría suponerse que ambos zodiacos tuvieran su relevancia y simbolizaran meramente diferentes niveles de la realidad. Lo considero de hecho una conjetura muy razonable. Pero el problema está en que las dos tradiciones que utilizan estos zodiacos diferentes – la sidérea hindú y la tropical occidental – adjudican a los signos exáctamente las mismas analogías. Es decir, para un astrólogo védico el signo de Aries representará el carácter impulsivo y emprendedor, será el domicilio de Marte y la exaltación del Sol, se considerará un signo de fuego etc., exactamente igual que el Aries tropical en el que basa su interpretación el astrólogo occidental. Solo que este Aries se superpone en gran parte con el signo sidéreo de Piscis, mientras el Aires al que se refieren los hindúes coincide en un 75% con „nuestro“ Tauro.
Visto así nos encontramos con una manifiesta contradicción: ¿Esta Venus está en Libra en su domicilio o en Virgo y en su caída? ¿El regente de aquel ascendente es Saturno o es Júpiter? ¿Y cómo habría que interpretar tales discrepancias? Surge una duda ciertamente inquietante. Pero estoy convencido de que a la larga la astrología ganará credibilidad si se enfrenta a esta contradicción, en vez de eludir el problema.
Una de las maneras con que a mi juicio se elude el problema es el intentar desacreditar el zodiaco sidéreo como algo obsoleto, y asociar – o reducir - el zodiaco trópico y en conjunto el “efecto astrológico” a hechos físicos, como pueden ser la secuencia de las estaciones del año, variaciones lumínicas etc. En la segunda parte de este artículo me ocuparé del tema. Lo curioso es que este tipo de argumentación no toma en serio a los astrólogos y su experiencia como tales: se arropa en la pseudo-autoridad de la Física, ciencia paradigmática de nuestro tiempo, a la vez que, implícitamente, obvia que los “sideralistas” o los astrólogos védicos no saben lo que hacen, o su astrología no “funciona”. Porque lo que según nuestra lógica no puede funcionar no funciona, ¿verdad?. También los astrólogos hindúes tienden a eludir el problema, al cerrarse a menudo en la supuesta anterioridad o superioridad de su milenaria tradición, incluyendo en ella el conocimiento astrológico.
Como astrólogos practicantes, para encarar esta delicada cuestión no es suficiente comparar meramente nuestros signos solares y exclamar: „¿Yo un Piscis? ¡En la vida!“ Todos sabemos lo que nos cuesta soltar conceptos e imágenes con las que nos hemos identificado durante años. De manera que si nos ceñimos al análisis de nuestro propio horóscopo, aunque sea con más detalle, nos costará desapegarnos de las correspondencias establecidas como fruto de nuestra introspección astrológica. Pero no se preocupe, sea Vd. Piscis o Aries, le aseguro que sigue siendo Vd. mismo. ¡No lo olvide!
Antes de emitir un juicio debería tomarse uno la molestia de analizar concienzuda y desapegadamente muchos horóscopos en ambos zodiacos, y comparar las conclusiones. Y estas conclusiones deberían ser lo más verificables posible, no meramente caracterológicas, y por tanto a menudo más ambigüas. No vale tampoco decir que ya se han hecho tantos análisis con el zodiaco tropical – o sideral - y que funciona, porque sería como decir: „veo muy bien con estas gafas, luego son las mejores“, sin haber probado otras que tal vez permitirían una percepción aún más nítida. Personalmenteme, y después de llevar más de una revolución nodal trabajando con el zodiaco tropical, me he dedicado a comparar los zodiacos en un gran número de horóscopos y he llegado a la conclusión – para mi propio asombro – de que las reglas de interpretación de la astrología clásica tradicional (¡estos adjetivos son importantes!) me permiten emitir juicios más acertados si tengo en cuenta la posición sidérea de los planetas y demás factores de una carta natal. Lo cual no implica que el zodiaco tropical carezca de sentido.
Desde luego hay dos factores que dificultan la valoración y verificación de juicios astrológicos: por un lado la astrología (y basta para esto quedarse en la astrología tradicional) es un sistema muy complejo que pocos astrólogos, si cabe, dominan totalmente. La ponderación de los diversos factores de un horóscopo obliga a relativizaciones que a menudo impiden emitir un juicio claro e inequívoco. Además estamos tratando con un lenguaje simbólico, y los símbolos nos remiten a lo esencial, a algo de lo cual la realidad percibida no es más que una variante de juego. Y aparte de las limitaciones inherentes al modelo astrológico, la vida es mucho más fluída y creativa de lo que cualquier interpretación pueda captar. De modo que hay márgenes de libertad en el juicio astrológico. Por otro lado la astrología clásica proporciona un sistema de reglas bastante estrictas que permiten deducir conclusiones en principio verificables. Es de suponer que, más allá de toda orientación clásica, los astrólogos a lo largo del tiempo tiendan a poner de relieve aquello que les parece más significativo y más acorde con su percepción de los hechos. Por otro lado las indeterminaciones arriba mencionadas permiten la superviviencia de modelos astrológicos aunque hayan dejado de „funcionar“ hace tiempo.
Pero si aquellas facetas del sistema que se han ido perfilando a lo largo de los siglos son indicativas de aquello que por lo general se percibe que „funciona“ o más bien „falla“, observaremos que en los últimos 500 años que van de astrología occidental (europea) propiamente dicha se han desarrollado y puesto más de relieve ciertos factores como los aspectos astrológicos (y su continuación, por ejemplo en la teoría de armónicos), mientras que el conocimiento transmitido en torno al zodiaco poco a poco ha ido desfigurándose: Las subdivisiones clásicas de los signos han caído en el olvido, y el concepto tan primordial de las dignidades planetarias no pocos astrólogos lo consideran obsoleto (3).
El zodiaco como fundamento estructural del horóscopo
Pero veamos qué papel jugaban originalmente los doce signos del zodiaco. Quiero resaltar aquí cuatro puntos principales. Me remito para ello especialmente a dos grandes astrólogos del helenismo clásico: Doroteo de Sidón y Vettius Valens. El Carmen astrologicum (4) de Doroteo (siglo I d.C.) es la referencia más importante de la posterior astrología árabe, mientras que la profusa Anthologia de Vettius Valens (5) (siglo II d.C.) contiene, entre otras cosas, la colección más extensa de horóscopos de la época helénica. Aunque en la obra de Ptolomeo estos cuatro factores no queden tan patentes, tampoco los contradice:
- Los signos zodiacales establecen el sistema domal
Los antiguos astrólogos utilizaban el sistema domal de signos enteros, según el cual el signo en que se halla el ascendente es la primera casa, el signo siguiente la casa segunda, etc. Un ejemplo ilustrativo es la siguiente cita de Doroteo de Sidón. En el capítulo sobre el Hyleg, da un ejemplo en que el ascendente („Horoscopos“) se halla a 18° de Piscis y el Sol a 6°50‘ de Piscis, y dice: „Quise conocer los lugares del Hyleg bajo el que había nacido, que son cinco lugares (se refiere a las casas 1, 11, 10, 9 y 7), y ninguno de los planetas se hallaba en ellos salvo en el Horoscopos, en el que se hallaba el Sol; y este es el mejor de los lugares“ (Carmen astrologicum, pág. 237s.) Es decir, que en este caso el Sol se halla en casa uno (en casa doce no puede ser Hyleg), por el mero hecho de estar en el mismo signo que el ascendente. La casa uno es el signo en que cae el ascendente, desde el primer grado hasta el último, independientemente de donde se halle este ascendente. Diríamos pues que en el ejemplo de Doroteo la casa uno es Piscis, casa de Júpiter, y que en ella se halla el Sol. Aries sería casa dos, Tauro casa tres, Géminis casa cuatro, etc. Los numerosos ejemplos de Valens, Doroteo, Hefesto de Tebas (siglo IV d.C.) y demás autores corroboran plenamente esta definición de las casas del horóscopo. Esto explica también la confusión del término „casa“ (oikos en griego), en el sentido domal (casa propiamente dicha en el lenguaje moderno) o zodiacal (domicilio de un planeta); en un principio el signo y la casa eran idénticos (6).
Se trata exáctamente del mismo sistema de casas utilizado en la astrología védica. El sistema de Porfirio (cuya variante perfeccionada es el sistema de Alcabicio) ya aparece en Vettius Valens, pero es descrito únicamente en el contexto de las direcciones (al igual que en el Tetrabiblos el sistema de casas desiguales, por cierto), mientras que la interpretación de la natividad se basaba siempre en la domificación por signos enteros. También los hindúes conocen el sistema de Porfirio, pero lo consideran secundario.
La anterior cita de Doroteo proviene de la versión árabe del Carmen astrologicum. Esta obra era muy conocida y valorada entre los astrólogos árabes. El judeopersa Messallah (s. VIII a IX d.C.), uno de los “padres” de la astrología árabe, también utilizaba este sistema, como demuestran diversos ejemplos. No deja de ser significativo que en las traduccciones latinas de su obra se incluyeron cúspides de casas, tergiversando el sentido original. Veamos un ejemplo:
El texto del Libro de las natividades de Messallah correspondiente a este horóscopo (la versión latina) reza así: „Busqué los regentes de la triplicidad de la casa en que se hallaba el Sol, de la cual el primer regente es el Sol, el segundo Júpiter y el tercero Saturno etc...“ Lo interesante es el comentario que sigue de Abu Ali: „el Sol se halla en exaltación en el Medio Cielo… Júpiter, el segundo regente, y el regente del Medio Cielo (Marte) se hallan cadentes en el sexto signo; Saturno, el tercer regente, en su exaltación, significa prosperidad para el nativo en el final de su vida“. Este comentario deja bien claro que la versión original de Messallah se refería a casas iguales a signos (nótese también la utilización del término „signo“ para casas en el texto), según el cual Aries era la casa décima (llamada Medio Cielo, décimo signo a partir del ascendente Cáncer) en la cual se encontraba el Sol, y Saturno se hallaba exaltado en la casa cuarta (Libra). Muchos de los textos árabes se comprenden mejor si tenemos en cuenta este sistema de casas. Y sobre todo se disipan las dudas sobre cómo calcular casas derivadas de otras casas o de planetas, operación ubicua en la astrología clásica y védica.
- Los aspectos se definen como distancias entre signos
Este sistema de casas iguales a signos está ligado también al de aspectos. Originalmente eran considerados básicamente como aspectos por signo, de manera que un planeta en Escorpio, por ejemplo, se hallaría en cuadratura a otro planeta en Acuario, independientemente de los grados que ocuparan. Vettius Valens utiliza continuamente estos aspectos por signo. Pero como no se preocupa de pormenorizar los grados en que se hallan los planetas más que para ilustrar direcciones, tomaremos una cita de Hefesto de Tebas (7). Da un ejemplo con „Kronos (Saturno) en Libra alrededor de 20 grados“, y „Ares (Marte) en Aries alrededor de quince grados, en el término de Hermes; y Afrodita igualmente en Aries alrededor de cinco grados, en el término de Zeus; y Hermes en Aries sobre los seis grados...“ A continuación interpreta: „y resulta que (el nativo) descuida las relaciones con mujeres y sus relaciones con hombres son vergonzosas, especialmente por Ares teniendo posición con Afrodita y Hermes en Aries, que es licencioso, y por ser Afrodita aspectada diametralmente por Kronos,...“ (Apotelesmática, libro II, cap. 18) Vemos claramente que aquí no utiliza orbes, sino que Venus se halla en oposición a Saturno por el mero hecho de estar en signos opuestos. Si nos fijamos en la explicación que da Ptolomeo de los aspectos, vemos que también él los describe básicamente como aspectos zodiacales por signo.
No cabe duda de que los árabes hacían un uso mucho más profuso del concepto de orbe. Es más, diría que la utilización de orbes y la distinción entre aspectos aplicativos y separativos, tan frecuente en la literatura judeoárabe, es una de sus aportaciones más ricas a la interpretación astrológica. Sin embargo pervive el concepto de aspectos por signo, por ejemplo en el concepto de Luna vacía de curso.
Nos encontramos de nuevo con un procedimiento análogo al de la astrología hindú, con la salvedad de que los hindús le dan bastante importancia al aspecto a casa ocho (quincuncio), y omiten el sextil a casa once. Por lo demás esto último concuerda con la doctrina de los aspectos diestros y siniestros: el sextil de uno a once es un sextil siniestro, y por tanto el aspecto más débil de todos según la tradición helénica; la cuadratura diestra (de uno a cuatro) para los hindúes también es más fuerte que la siniestra (salvo en el caso de Saturno).
También hay que tener en cuenta que según ambas tradiciones la cualidad positiva o negativa del aspecto depende en primer lugar del planeta aspectante, y no tanto del aspecto en sí. Una cuadratura u oposición de Júpiter por ejemplo se considera como un aspecto positivo, mientras un trígono de Saturno mantiene la cualidad restrictiva típica de este planeta.
- El significado de los signos se deriva principalmente del planeta regente
La astrología clásica distingue cinco dignidades: el domicilio, la exaltación, la triplicidad, el término y el decanato. Estas dignidades, sobre todo el domicilio y la exaltación, son factores decisivos en la interpretación del horóscopo. En la astrología clásica tienen mucha importancia para juzgar la fuerza de un planeta. Además la regencia de un planeta sobre una casa es el factor primordial a la hora de interpretar las determinaciones respecto al ámbito de vida relacionado con esta casa. Otra faceta que en la astrología védica se sobrentiende, y no tanto en la astrología psicológica moderna.
El regente del signo, es decir el planeta que tiene ahí su domicilio, era el factor que marcaba el carácter de tal signo. Cuando Vettius Valens por ejemplo nos decribe a los Acuario (tales descripciones se refieren en principio al signo ascendente) como „maliciosos, inmutables, resolutos, falsos, traicioneros, que ocultan las cosas, impíos, acusadores, envidiosos …etc“ (8), o ibn Ezra dice de este signo que “sus preocupaciones se dirigirán a reunir mucho dinero” y que es „significador de la gente menospreciada, de la tristeza, de los marineros, de los ahumadores y curtidores” (9) la signatura de Saturno, regente de Acuario, resulta más que evidente.
Aparte de mantener las dignidades clásicas, las descripciones de los hindúes concuerdan mejor con las antiguas. Por ejemplo el Phala Deepika, uno de los clásicos hindúes más importantes, dice del ascendente en Acuario, entre otras cosas, que “sus malas acciones se mantendrán en secreto …. será glotón y se permitirá vivir a expensas de los demás” (10) . (No se enojen los Acuario, por favor. Los antiguos eran un tanto radicales en sus sentencias).
Valga este ejemplo también para mostrar cómo a pesar de la concordancia general en el simbolismo, se da un desplazamiento de significados entre las descripciones antiguas de un signo, y las que se le suelen atribuir hoy en dia en Occidente. En el caso de Acuario nos encontramos con una serie de atributos que hoy muchos identificarían más bien con Piscis (secretismo, falsedad, melancolía, marineros). Es posible que esta desviación de significados se deba al desplazamiento del signo tropical con respecto al sideral - los primeros 23 grados del Piscis tropical hoy en dia serían Acuario sideral. Otro ejemplo sería la breve caracterización (atribuida a Doroteo de Sidón) que hace Ali ben Ragel de Tauro – “variable en sus actos”, que diríamos hoy de Géminis – o de Géminis – “creyente y fiel”, atribuible a Cáncer – o de Virgo – “bien educado, de buenas costumbres .. fiel y auténtico” (11) , que pasaría perfectamente por Libra. Todo ello muy lógico: Tauro es un signo de Venus, que se deja seducir, y los Gemelos mitológicos son el arquetipo por excelencia de la fidelidad.
- Los signos forman la clave para diversas técnicas de pronóstico
Sobre todo Vettius Valens describe varios métodos de pronóstico basados en los signos zodiacales. Uno de ellos, muy extendido también en la astrología árabe, es el del regente del año, que se calcula contando un signo por año a partir del ascendente (o de otro factor hylegíaco). Si alguien tiene el ascendente en Géminis, Mercurio gobernará el primer año de vida, la Luna (Cáncer) el segundo, el Sol (Leo) el tercero, etc. Estos signos y sus regentes son bastante importantes a la hora de analizar revoluciones solares. Otra técnica muy extendida en la Edad Media consistía en determinar los cronocratores de diferentes fases de la vida en base al término por el cual progresa el ascendente. Los términos son porciones fijas del zodiaco.
La astrología hindú también conoce al regente del año arriba descrito. Aparte de esto se describen toda una serie de sistemas de fases temporales, algunas de ellas basadas en la cuenta de signos (como p.e. el Narayana Dasa) y otras basadas en mansiones lunares (p.e. el Vimshottari Dasa). En ambos casos se entiende al signo (o mansión) como unidad de tiempo, estrechamente ligada a su respectivo regente.
Si comparamos esta concepción clásica de los signos zodiacales con la actualmente en boga, resulta que:
Los sistemas de casas que se utilizan hoy en día son independientes de los signos. Es posible, por ejemplo, calcular y trazar un hosóscopo de casas de Plácido (es decir, con la posición domal de los planetas) omitiendo totalmente los signos (12).
Al utilizar orbes y diferenciar aspectos aplicativos y separativos etc. se empieza a desligar el concepto de aspecto del de signo zodiacal, más aún si se tienen en cuenta aspectos disociados. La idea de aspecto se vuelve enteramente independiente del zodiaco al introducir aspectos no derivados de la división en doce, o puntos medios etc.
Para muchos astrólogos modernos, los domicilios planetarios han perdido claramente el significado que tenían en un principio, hasta el punto de que algunas escuelas no los tienen en cuenta en absoluto. Y no digamos las restantes dignidades. En contra de cómo solían deducir los antiguos los significados de los signos, hoy se tiende más a explicarlos en base a las cruces y los elementos (cosa que, dicho sea de paso, resulta más plausible para el tropicalismo que fundamenta su razón de ser en las cuartas del año). Por último, los intentos modernos de asignar los signos zodiacales a nuevos planetas y planetoides, contribuyen más aún a la disolución del esquema tradicional.
En general los sistemas predictivos basados en signos o planetas regentes de fases temporales, han caido en desuso desde hace tiempo en Occidente.
No cabe duda de que la astrología occidental ha sabido desarrollar una serie de conceptos muy enriquecedores como fruto de esta evolución, especialmente en el ámbito de la domificación, los aspectos, la teoría de armónicos, o la integración de los planetas transsaturninos. Y tal vez los astrólogos que opinan que las dignidades planetarias de poco sirven estén percibiendo algo correcto. En cuyo caso se plantearía la cuestión de que o bien las dignidades no sirven en absoluto – con lo cual el sistema interpretativo tradicional se vendría abajo literalmente – o bien no son aplicables a un zodiaco tropical.
Un poco de historia
Veamos ahora una serie de datos históricos respecto al origen y la evolución del zodiaco, que me parecen significativos:
La división regular de la eclíptica en doce sectores de 30° cada uno ya se utilizaba en Mesopotamia en el siglo VI a.C. (posiblemente ya antes) según los documentos históricos disponibles. Este zodiaco era claramente sideral: sabemos que los astrónomos babilónicos determinaron la posición del punto vernal a 10° de Aries, y más tarde a 8° de Aries, lo cual obviamente es una corrección de la primera medida como consecuencia de la precesión. Por tanto hay que partir de que los caldeos utilizaban un zodiaco sidéreo con respecto al cual calculaban la posición del equinoccio. Tengamos en cuenta también que la simbología asociada a las constelaciones es mucho más antigua aún (independientemente de que existiera un zodiaco regular).
Los astrólogos helénicos constatan que su ciencia les viene transmitida por los caldeos y egipcios. Una de las primeras escuelas en la antigua Grecia fue la del astrólogo caldeo Beroso (s.III a.C.). De manera que, el menos en un principio, debieron de asumir el zodiaco sideral, ya que se trata de un sistema claramente babilónico, preexistente a la astrología helénica. El argumento de que fue la astrología helénica la que formuló los significados de los signos, en una época en que los zodiacos coincidían no me vale, pues aparte de testimonios como el de Diodoro (50 a.C.), que nos informa de la ciencia astrológica de los caldeos, ¿qué sabemos nosotros lo que enseñó un Beroso? Es más plausible pensar que los griegos pusieran por escrito lo que sus antecesores transmitían oralmente. De hecho Diodoro nos dice que “entre los caldeos esta rama de la filosofía es propia de una casta … y se transmite de padres a hijos” (13) (que es como decir que la astrología la mamaban de pequeñitos).
La astrología griega y la hindú son dos ramas de la misma tradición. En los siglos posteriores a Alejandro Magno las ciencias helénicas fueron transmitidas hasta la India, y viceversa. Incluso después de la toma de poder de los Sasánidas en el siglo tercero d.C. la lengua griega se mantuvo entre las clases cultas en la zona de Irán y Afganistán actuales. Así, entre los términos técnicos de la astrología védica nos encontramos con una serie de palabras de origen griego. Una de las primeras obras hindúes sobre astrología genetlíaca, el Yavanajataka (ca. 270 d.C.), es una traducción de un texto griego, según rezan los últimos versos de la obra. David Pingree saca la conclusión de que la obra original podría haber sido escrita en Alejandría (14).
Un gran número de astrólogos griegos y romanos basaba sus cálculos en un zodiaco sidéreo, aunque la diferencia entre ambos zodiacos en aquella época fuera pequeña. En el capítulo dedicado a los signos zodiacales Vettius Valens por ejemplo dice: „Aries es de naturaleza acuosa, trae truenos y granizo. Especialmente su primera parte, hasta el equinoccio, trae tempestades…“ (15). Anteriormente a esta cita Valens ha descrito a Aries desde el punto de vista astrológico, y aquí se refiere a la „influencia“ del Sol en su paso por el signo. Este texto no solo deja claro que el comienzo de Aries no coincide con el punto vernal, sino que además distingue el equinoccio como un factor estacional independiente del signo zodiacal.
El primer astrónomo, que sepamos, que describió un zodiaco tropical fue Euctemon (siglo V a.C.). En sus parapegma (cuya información es puramente astronómica y meteorológica) hacía coincidir el primer grado de Aries con el equinoccio de primavera, el primero de Cáncer con el solsticio de verano etc. Es decir, utilizaba un calendario solar basado en las estaciones del año, dando a las doce partes de la eclíptica el nombre de los signos zodiacales. Los caldeos también utilizaban – paralelamente al calendario lunar - una división estacional en doce meses. El equinoccio coincidía aquí con el día 15 del mes de Nissan. La diferencia reside en que Euctemon dió a los meses el nombre de los signos zodiacales, mientras los babilonios reservaron estos símbolos, vinculados a las constelaciones estelares del mismo nombre, para el zodiaco sidéreo.
Hiparco de Nicea (siglo II a.C.), el descubridor de la precesión de los equinoccios, asumió la definición tropical del zodiaco. Pero la introducción de este zodiaco tropical en la astrología propiamente dicha no parece llevarse a cabo hasta la época de Claudio Ptolomeo (siglo II d.C.), cuya astronomía se basaba en gran parte en la obra de Hiparco. Aunque es posible que ya Posidonio (s. II-I a.C.) aplicara el zodiaco de Hiparco. El Almagesto de Ptolomeo impuso el paradigma cosmológico vigente durante toda la Edad Media, y la superioridad de sus tablas planetarias con respecto a sus predecesoras indudablemente contribuyó a establecer a la larga el zodiaco tropical.
Un predecesor de la división tropical fue probablemente el sistema caldeo de los tiempos de ascensión(16), que se componía de 12 segmentos de la eclíptica dispuestos simétricamente con respecto a los equinoccios, pero que los caldeos distinguían de los signos zodiacales. Los griegos más tarde identificaron estos segmentos con los signos: en vez de definir que el segmento primero comienza a 10° o 8° de Aries – como habían hecho los caldeos – lo equipararon al signo de Aries en su totalidad. Esta norma la siguieron también astrólogos como Vettius Valens, que por lo demás trabajaban con posiciones sidéreas. Argumento que muchos esgrimen en contra de un zodiaco sideral utilizado por los griegos. Este hecho tiene su explicación: es posible que Valens y sus coetáneos hicieran coincidir los tiempos de ascensión con los signos zodiacales, porque sabían que en su época el equinoccio se hallaba muy cerca de 0° de Aries (más o menos sobre 3°), de manera que a efectos prácticos la diferencia era despreciable para aquella época. Además hay que tener en cuenta que los astrólogos de entonces no tenían ni por asomo una idea tan clara de la dinámica de la precesión como la podemos tener nosotros, de manera que confundían fácilmente conceptos sidéreos y tropicales.
Las posiciones planetarias de los horóscopos de ejemplo que vienen en la Antología de Vettius Valens son sidéreos, como demuestran Neugebauer y van Hoesen en su estudio sobre horóscopos griegos (17). Lo mismo vale para los horóscopos en la obra de Palco y Retorio (siglos V y VI d.C.). Estos autores ya conocían las tablas de Ptolomeo.
De un comentario de Teón de Alejandría (s. IV d.C.) sobre la utilización de tablas se deduce que a menudo los astrólogos corregían las posiciones planetarias de Ptolomeo a coordenadas sidéreas. Según van der Waerden, experto en astronomía antigua, „el informe de Teón demuestra claramente la popularidad del zodiaco sidéreo entre los astrólogos del último período romano“ (18).
Teón de Alejandría transmite también la antigua teoría de la trepidación, según la cual el punto vernal oscilaría alrededor de un equinoccio medio (que equivaldría al cero de Aries sideral), pudiendo alcanzar una distancia máxima de 8°(19). Más tarde el astrónomo andalusí Azarquiel (s. XI d.C.) desarrolló una serie de modelos matemáticos para explicar la trepidación (20). No sería hasta después de Copérnico que los astrónomos abandonaran definitivamente esta teoría.
En el primer período de la astralogía árabe parece haberse utilizado un zodiaco sidéreo, aunque con un desfase de unos 4° con respecto al cero Aries original de los caldeos (el ayanamsa que utilizan en la India suele estar entre estos dos valores). El gran maestro Abu Masar (s. VIII-IX d.C.) explica en su Introducción breve a la Astrología en el apartado dedicado al signo de Piscis: „en su última parte se halla el equinoccio“, mientras en Aries leemos que “la luz diurna es mayor que la horas iguales” (21). En los demás signos mutables y cardinales hallamos sentencias análogas. Se trata de definiciones que apuntan claramente a un zodiaco sidéreo con los equinoccios en los últimos grados de Piscis-Virgo, coherente con la época en que vive Abu Masar.
Resumiendo, podemos concluir que:
El sistema astrológico fue concebido en un principio en base a un zodiaco sidéreo (aunque desconozcamos por el momento las razones que tuvieron los antiguos para definir y ubicar los signos de la manera que lo hicieron).
Los signos zodiacales y sus dignidades planetarias asociadas constituían el fundamento estructural de toda la interpretación del horóscopo.
El zodiaco sidéreo se mantuvo en Roma, en Bizancio e incluso en la astrología árabe hasta ya entrada la Edad Media, paralelamente a un zodiaco tropical, al tiempo que se confundían conceptos derivados de ambos zodiacos.
Hasta el Renacimiento los astrónomos no eran verdaderamente conscientes de la naturaleza de la precesión ni de sus consecuencias, y seguían manteniendo la teoría de la trepidación.
La astrología hindú o védica no es en absoluto un sistema diferente del occidental, sino más bien una rama de la misma tradición que continuó utilizando el zodiaco sidéreo original. Es más, el estudio de la astrología hindú puede ayudarnos a entender muchas facetas de la tradición astrológica occidental.
La astrología hindú sigue utilizando el zodiaco como fundamento estructural del mismo modo que lo hacían nuestros antepasados helénicos. De hecho – y salvando el tema de los zodiacos - el parecido entre la astrología hindú y la helénica o árabe es mayor que entre la hindú y muchas variantes en boga de la astrología occidental moderna.
Ejemplos de interpretación
Pero vayamos a la práctica: ¿qué ocurre si analizamos horóscopos con el zodiaco sidéreo aplicando las reglas clásicas de interpretación? Según mi experiencia muchos aspectos del carácter y de la vida de un individuo resultan más evidentes y se perciben de forma más directa, sin necesidad de sistemas más finos de interpretación o de factores adicionales. Se aprecian de manera muy marcada las dignidades planetarias, sobre todo el domicilio, la exaltación, la caida y el exilio. También se vuelve patente la validez de los domicilios clásicos – sin incluir a Urano, Neptuno y Plutón – y en general los transsaturnianos hacen menos falta para explicar el destino del nativo. Dicho de otra manera, se obtiene más información con menos factores (no estoy diciendo con esto que los planetas transsaturnianos sean irrelevantes).
Quisiera transmitir este tipo de experiencia ofreciendo unos breves ejemplos, en los que se puede apreciar sobre todo la fuerza de los planetas dignificados y su papel como regentes de casa. Evidentemente, cada cual deberá hacer sus propias investigaciones en otros horóscopos si quiere convencerse de mi tesis, previa familiarización con las reglas de interpretación de la astrología clásica. Los horóscopos vienen en estilo circular y en estilo cuadrado hindú.
El horóscopo del boxeador Mohammed Ali tiene a Marte en Aries (su domicilio) en la casa diez (usando un sistema de casas desiguales estaría en nueve). De manera que Marte se vuelve el planeta más fuerte de la carta, aparte de que su ubicación en diez es indicadora de competitividad y afán de lucha como ingredientes de su profesión. Marte rige también la casa cinco, añadiendo así la componente lúdica o deportiva. Nótese que Marte en el zodiaco tropical se hallaría en exilio, más debilitado, y que el dispositor y regente de décima Venus (tropicalmente en Acuario) no explicaría en absoluto el boxeo. En el zodiaco sidéreo Venus se halla en Capricornio y rige la casa cuatro, indicando más bien una infancia dura, por estar retrógrada y en cuadratura a Saturno, el cual a su vez no la puede recibir por estar retrógrado y en caída. La posición del regente del ascendente (Luna) en Capricornio (exilio) subraya esta interpretación. Saturno en caida (y regente de 8) en casa diez y en conjunción por signo con Marte explica que le desposeyeran del título de campeón mundial y le prohibieran luchar durante unos años. Época en que el ascendente progresaba por el término de Saturno.
Muchos han hecho responsable de las teorías sexuales de Sigmund Freud a su ascendente en Escorpio. Curiosamente leí hace poco en un artículo de Phillip Schiffmann, astrólogo austriaco muy versado en astrología clásica, y buen conocedor de las cartas personales que escribió Freud, que llega a la conclusión de que „Freud era un tipo Libra“ (22). Pues bien, sin necesidad de corregir la hora de nacimiento, como propone Schiffmann, en el zodiaco sidéreo Freud tendría un ascendente en Libra. Su dedicación al psicoanálisis queda muy bien indicada por una casa diez en Cáncer (psicología), cuyo regente (Luna) se halla en casa ocho (procesos de transformación, tabúes, psicología profunda), estando en Tauro en exaltación (buena percepción, estabilidad emocional y, al ser regente de décima, éxito) junto con Mercurio, a su vez regente de casa nueve (visión del mundo, ciencia). Esta posición de Mercurio en signo de Tierra, dispositor de Saturno en casa nueve, explica también el enfoque más bien materialista de sus teorías. La dedicación a la psicología profunda viene además dada por el regente del ascendente (Venus, planeta relacionado con la sexualidad) en conjunción con la Cabeza del Dragón (muy relacionada con la psicología y los estados alterados de conciencia – no se pierda el lector lo que la astrología hindú tiene que enseñarnos sobre los nodos) y con Plutón, todo ello en casa siete (los otros, las relaciones personales, en este caso con sus clientes), estando el dispositor, Marte, en casa doce (los secretos, lo inconsciente) en Virgo, recibiéndole Mercurio por trígono aplicativo: entendimiento (Mercurio) de las pulsiones (Marte) subconscientes (casa doce) del cliente (casa 7). Como es de esperar en el horóscopo de una persona notable, encontramos a tres planetas muy dignificados – Sol (regente de once = proyectos, asociaciones) y Luna en exaltación, y Júpiter en domicilio – todos ellos peregrinos en el zodiaco tropical - asi como a Saturno en nueve (ciencia) en su triplicidad y haiz.
Un ejemplo claro de que la dignidad de los planetas no tiene nada que ver con la beatitud del individuo, pero sí con el posible nivel de encumbramiento, es el horóscopo de Hitler (dib. 6): Tenía a cuatro planetas en Aries - entre ellos el regente del ascendente, Venus, extremadamente afligido - y naturalmente al Sol y a Marte (y no a Venus) fuertes en su exaltación y domicilio y en casa angular. Creo que huelga comentar esta configuración. Su excepcional carrera la explica, además del Sol angular exaltado, el regente de casa diez (la Luna) en conjunción aplicativa con Júpiter (éxitos, crecimiento) que a su vez la recibe en su domicilio y aspecta por trígono (aspecto por signo) a los planetas en Aries. La catástrofe final viene sobre todo a cuenta de Saturno (regente del término ascendente y almuten de la carta) ubicado en diez en su exilio, y cuadrando a los planetas en Aries, especialmente a Marte y a Venus (regente del ascendente).
Podríamos seguir con los ejemplos, pero el espacio no me lo permite. Desde luego la astrología clásica con su sistema de dignidades planetarias no es tan obsoleto como algunos pretenden. Pero creo que para percibir la verdadera dimensión de su significado deberíamos aplicarlo al zodiaco sidéreo.
Ahora bien, queda la cuestión de cómo fundamentar teóricamente el zodiaco sidéreo. Y por otro lado ¿cómo debemos entender, desde esta nueva perspectiva, el zodiaco tropical? La seguna parte de este artículo la dedicaré a este tema, no poco importante.
(1) Patrice Guinard, El Manifiesto, Mercurio-3 No. 32, 2/2001
(2) El ayanamsa de Lahiri, que es el ayanamsa oficial de la India, es de 23°54’ para enero del 2004, aunque hay astrólogos que postulan otras alternativas (las diferencias con respecto a Lahiri suelen ser pequeñas, de 1,5 grados a lo sumo). Por razones que no puedo profundizar aquí yo utilizo el ayanamsa de Bhasin, 1°07’ más corto que el de Lahiri.
(3) Véanse por ejemplo diversas escuelas modernas como la escuela de Hamburgo, el API o la teoría de armónicos de John Addey, por citar solo algunas. Por lo general la astrología psicológica tiende a restarle importancia a este factor interpretativo.
(4) David Pingree (ed.), Dorothei Sidonii Carmen astrologicum, Teubner, Leipzig 1976.
(5) Vettius Valens, The Anthology, The Golden Hind Press, Berkeley Springs 1994.
(6) Véase también Rafael Gil Brand, Lehrbuch der klassischen Astrologie, Chiron V., Mössingen 2000.
(7) Hefesto de Tebas, Apotelesmatika, Libro II, cap.18, The Golden Hind Press, Cumberland 1998.
(8) Vettius Valens, The Anthology
(9) Abraham ibn Ezra, Libro de los juicios de las estrellas, tomo I, Ed. Biblioteca de Sirventa.
(10) Mantreswara, Phala Deepika, trad. S.S.Sareen, Sagar Publ. Nueva Delhi 1992
(11) Ali ben Ragel, El libro conplido en los iudizios de las estrellas, (trad. Escuela de traductores de Sirventa), Ed. Índigo, Barcelona, 1997
(12) Ver mi artículo Die wahren Häuserstellungen der Planeten en Meridian 4/94.
(13) Versión alemana de U.F.Wurm (1827), sacada de: Barabara Lüders, Archaische Urbilder, Hamburgo.
(14) David Pingree (trad., ed., com.), The Yavanajataka of Sphujidhvaja, Harvard University Press, Londres 1978.
(15) Vettius Valens, The Anthology
(16) Otto Neugebauer, A History of Ancient Mathematical Astronomy, Nueva York 1974.
(17) Otto Neugebauer, H.B. van Hoesen, Greek Horoscopes, Filadelfia 1959.
(18) B.L. van der Waerden, Historia del zodiaco, Revista Beroso No.1, Septiembre 2000.
(19) Otto Neugebauer, A History of Ancient Mathematical Astronomy
(20) Julio Samsó, La trepidación en Al-Andalus, en Astronomia y Astrologie de los orígenes al Renacimiento (ed. Perez Jimenez A.), Ed. Clásicas, Madrid 1994.
(21) Burnet, Yamamoto, Yano (eds.), Abu Masar: The Abbreviation of the Introduction to Astrology. E.J.Brill, Leiden 1994.
(22) Philipp Schiffmann, Die Falschen, die uns die Arbeit so schwer machen, en www.Sternwelten.at