Este artículo de Rafael Gil Brand fué publicado en 2014 en el libro "Cita con los astrologos".
Incluye la explicación y el cálculo del ayanamsha "galáctico" que llevo usando desde hace años, y que viene en el listado de ayanamshas de numerosos programas (en versiones más modernas) o en el servicio AstroDienst (https://www.astro.com/horoscopo).
La divina proporción
Desde antiguo los filósofos, matemáticos y arquitectos conocen la sección áurea o “divina proporción”. Esta se define por que la razón entre la suma de dos magnitudes y la mayor de ellas es igual a la razón entre la mayor y la menor.
Esta proporción armónica se produce en la figura del pentagrama. Cada uno de sus líneas o trazos es seccionado por otra de las líneas, de tal manera que la razón entre la línea a y el tramo mayor b es igual a la razón entre el tramo mayor b y el menor c. Expresada en números, es la proporción de 1 a 1,61803… 1. A éste último número se le denomina número de oro. Suele simbolizarse con la letra griega Φ (Fi).
Es la proporción continua más sencilla, ya que parte de solo dos magitudes: a/b = (a+b)/a. La sección áurea es la representación matemática del principio de analogía, según el cual la totalidad está contenida en sus partes. De hecho, es la palabra griega “analogia” la que usaban los filósofos pitagóricos y platónicos para denominar este tipo de proporción. En palabras de Platón: “No es posible que dos términos formen por sí solos una hermosa composición sin un tercero, pues es necesario que entre ellos haya un vínculo que los aproxime. Ahora bien, de todos los vínculos el más bello es el que se da a sí mismo y a los términos que une, la unidad más completa. Y es naturalmente la analogía (proporción), la que realiza esto del modo más bello.”2
La proporción divina la encontramos presente por doquier en las formas, configuraciones y ciclos de la naturaleza, así como del ser humano. Si éste es el templo del Creador, construido a Su imagen y semejanza, la sección áurea es la vara maestra que ha aplicado su arquitecto. Esto podemos apreciarlo por ejemplo en la disposición de las partes del rostro (en la figura, un retrato hecho por Pablo Picasso y un busto antiguo de Alejandro Magno) o en las proporciones del cuerpo humano.
Así, los antiguos veían en la sección áurea la imagen física de la armonía divina. Era considerada en el arte clásico como la proporción ideal, la cual produce en el que la contempla la impresión de armonía y belleza. De hecho, experimentos modernos han corroborado que, de entre diversas formas similares, tendemos a escoger como la más agradable aquella cuyas proporciones se basan en la sección áurea.
El conocimiento del número de oro se remonta a los albores de las grandes civilizaciones. Así, la Gran Pirámide de Gizeh está construida plenamente según esta proporción. Su altura corresponde al radio de un círculo cuya circunferencia es igual al perímetro de la base de la pirámide. Esta no es otra cosa que la cuadratura del círculo, cuyo radio es la altura de la pirámide. Pero resulta además que la sección de la pirámide forma un triángulo isósceles perfectamente conformado por la sección áurea. Si la base b de este triángulo es 2 (= un lado de la base de la pirámide), la altura equivale a la raíz de φ, y cada uno de los lados c equivale a φ.
Esta es solo una pequeña muestra de cómo la Gran Pirámide se basa en la proporción divina. Encontramos esta armonía también en otros templos de la Antigüedad, y siguió aplicándose en la arquitectura y el arte de la Edad Media y del Renacimiento.
Ya he mencionado la estrecha relación entre el número de oro y el pentagrama. Este símbolo fue el santo y seña de los pitagóricos y de posteriors cofradías esotéricas. Compuesto por el primer número par-femenino y el primer número impar-masculino, se considera un emblema del matrimonio sagrado y a la vez símbolo del Microcosmos, en el que se conjuga el plano físico con el espiritual.
No se les escapó a los antiguos que precisamente Venus, el planeta del amor y de la belleza, describe con sus conjunciones al Sol un pentagrama casi perfecto en el cielo. Pero quitando esta figura de Venus, la astrología tradicional no parece operar con el número de oro. La división en signos y casas, así como la teoría de aspectos, se basan en divisiones iguales, y ni siquiera aparece el número cinco como factor estructurante del sistema.
¿Es posible que un concepto bien conocido por los iniciados desde hacía milenios, no viniese a formar parte del sistema astrológico? Ciertamente, aunque la proporción divina no salte a la vista en el sistema tradicional, se encuentra subyacente a varios de sus conceptos clave. En este artículo me propongo desvelar el papel que juega el número de oro en la articulación de la astrología hermética.
Número de oro y fenomenología cíclica
Antes de analizar la astrología tradicional, quisiera dar tres ejemplos de fenómenos cíclicos o periódicos, que responden a la sección áurea. De paso, nos servirá para aclarar algunos conceptos importantes.
En principio, podemos dividir cualquier magnitud en dos partes que guarden la proporción áurea. Si tomamos por ejemplo la unidad, estas dos fracciones – redondeadas a tres dígitos - serán 0,618 y 0,382. La mayor de ellas es denominada “maior”, y la menor “minor”. Pero evidentemente, estos valores podemos seguir dividiéndolos por el número de oro. Así 0,382 es el maior de 0,618, y su minor sera 0,236. El 1 es a su vez maior del número de oro - 1,618 - mientras que 0,618 es su minor, y así sucesivamente. Podemos continuar con esta serie de números, y la suma de dos números consecutivos dará siempre como resultado al siguiente. Conforme avanzamos en la secuencia, más se aproximan los términos a números naturales, como veremos más adelante.
Por otra parte, si partimos de los números naturales 0 y 1, y vamos sumando cada número con su anterior, obtendremos una sucesión, la relación de cuyos términos adyacentes se va aproximando cada vez más al Número de Oro:
0 + 1 = 1
1 + 1 = 2
1 + 2 = 3
2 + 3 = 5
3 + 5 = 8
5 + 8 = 13
8 + 13 = 21 21/13 = 1,6153…
13 + 21 = 34 34/21 = 1,6190…
21 + 34 = 55 55/34 = 1,6176… ≈ φ = 0,618033989…
A esta sucesión numérica se la denomina “sucesión de Fibonacci”, en honor al matemático italiano que la describió en el siglo XIII. En seguida nos volveremos a encontrar con ella.
Según las investigaciones del astrólogo y climatólogo Theodor Landscheidt, uno de los ciclos naturales que se estructuran según la relación áurea es el de las manchas solares. Las manchas solares aparecen con una periodicidad de unos 11 años. Pues bien, el máximo de erupciones solares en la gama óptica (diagrama de barras), que coincide con el máximo de manchas solares (línea continua), se produce en el minor entre los dos mínimos (diagrama a). Sin embargo, las erupciones de protones, más energéticas que las de la gama óptica, tienen un máximo en el minor entre el máximo y el mínimo de manchas solares, y otro máximo menos acusado en el maior de este mismo periodo (diagrama b). A su vez se percibe otro máximo en el maior entre un mínimo y un máximo de manchas solares 3. Esto nos da una idea de cómo fenómenos cíclicos más complejos tienden a estructurarse sin embargo conforme a la sección áurea.
Otro ejemplo es la frecuencia de precipitaciones en un mes lunar. En los años sesenta, los meteorólogos D.A. Bradley, M.A. Woodbury y G.W. Brier evaluaron los datos de precipitaciones medidas en 1544 estaciones meteorológicas norteamericanas entre los años 1900 y 1949. Al correlacionar los datos con el ciclo solilunar, resultó que los días de lluvia coinciden con más frecuencia con el maior entre dos lunas nuevas y entre dos lunas llenas. Las precipitaciones mínimas a su vez coinciden con el minor de estos mismos periodos. En una replicación con otra serie de datos el resultado fue similar, solo que uno de los mínimos de precipitación esta vez coincidía directamente con la luna nueva 4.
Theodor Landscheidt ha encontrado también una serie de efectos vinculados a secciones áureas del ciclo diurno que describen los planetas. Para ello, calcula el minor del ciclo completo, que es 137°30’, partiendo del Ascendente (AS), de la culminación superior (CS), del ocaso o descendente (DE) y de la culminación inferior (CI). En el dibujo, estos cuatro puntos forman la “cruz áurea” CA1. Calcula además el minor del semicírculo – 68°45’ - que va del orto al ocaso y de la culminación superior a la inferior etc., formando la cruz CA2.
Uno de sus descubrimientos se refiere a las distribuciones encontradas por Michel Gauquelin. Este investigador hizo un exhaustivo análisis estadístico de diferentes grupos de profesionales, en especial deportistas, científicos, actores y escritores, así como de personas con rasgos de personalidad típicos de tales profesionales. Encontró para los diversos grupos que un planeta característico tendía a estar con más frecuencia en determinadas posiciones de su ciclo diurno.
En estas curvas de distribución los máximos coinciden perfectamente con los puntos de la cruz CA2, mientras los mínimos se acercan mucho a los de la cruz CA1. En el diagrama, la curva inferior representa la distribución de Marte en su ciclo diurno en 2299 deportistas destacados, y la curva superior la distribución de Marte en 4506 actores y científicos con caracter “marciano”.
La distribución de los domicilios
El lector estará familiarizado con el reparto de domicilios entre los cinco planetas visibles, el Sol y la Luna. Estos se ordenan simétricamente a sendos lados del eje 0°Leo/Acuario, de tal manera que el Sol y la Luna rigen los signos Leo y Cáncer, y los demás planetas son asignados a los signos consecutivos, según su periodo de revolución. Si tenemos en cuenta que el periodo de la Luna es más corto que el de Mercurio, la asignación del signo de Cáncer a nuestro satélite resulta congruente. ¿Pero qué ocurre con el Sol? Visto desde la Tierra, describe su revolución en 365 días, siendo por tanto más lento que Venus. ¿No debería hallarse su domicilio entonces entre los signos de Marte y Venus?
El sentido de la posición del domicilio solar como pareja del domicilio lunar se nos revela si tenemos en cuenta la rotación del Sol en relación con la Tierra. Sabemos que el Sol tiene un ritmo propio, rotando sobre su eje en unos 25 días. Este periodo de por sí se acerca al de la revolución lunar. Pero ambos resultan ser prácticamente idénticos si tenemos en cuenta la traslación de la Tierra durante esos 25 días: el periodo sinódico medio del Sol asciende a 27,27 días, lo cual viene a ser lo mismo que la revolución sidérea de la Luna (27,32 dias) 5.
En otras palabras, el ritmo del Sol, visto desde la Tierra, es el mismo que el del sistema Tierra-Luna. Es sabido también que el disco aparente de ambas luminarias es prácticamente igual, poco más de medio grado. Así, el Sol y la Luna aparecen como dos caras de un mismo principio vital.
Las órbitas planetarias y la secuencia de Fibonacci
Vemos corroborada la importancia de este ritmo de 27,3 días en la estructura de los ciclos planetarios. El investigador y antropósofo austriaco Klaus Podirsky 6 descubrió que los periodos planetarios (incluyendo los asteroides) guardan una relación aritmética especial con la sucesión de Fibonacci: si dividimos los periodos heliocéntricos de los planetas – expresados en días – por 27,3 y extraemos luego la raíz cuadrada, el resultado es una aproximación muy buena a la sucesión de Fibonacci. Esta relación de los periodos de revolución es más exacta que la regla de Titius-Bode 7.
Como podemos observar en la tabla, la regla de Fibonacci/Podirsky puede aplicarse a todos los planetas hasta Urano, incluyendo a los asteroides. La relación se pierde con Neptuno, mientras que Plutón se vuelve a acercar al siguiente término de la sucesión de Fibonacci.
Planeta | Revolución T en días | T/27,3 | Raíz de T/27,3 | Aproximación = Sucesión Fibonacci |
Sol | 27,3 | 1 | 1 | 1 |
Mercurio | 88 | 3,22 | 1,8 | 2 |
Venus | 225 | 8,23 | 2,7 | 3 |
Tierra | 365 | 13,38 | 3,66 | - |
Marte | 686 | 25,12 | 5,01 | 5 |
Asteroides | 1680 | 61,54 | 7,84 | 8 |
Júpiter | 4333 | 158,7 | 12,6 | 13 |
Saturno | 10759 | 394,1 | 19,85 | 21 |
Urano | 30689 | 1124,1 | 33,52 | 34 |
Neptuno | 60184 | 2204,5 | 46,95 | - |
Plutón | 90475 | 3314,1 | 57,56 | 55 |
Hay un planeta que se sale claramente del esquema: la Tierra, portadora de la Vida. No deja de ser curioso que la raíz de 365/27,3 venga a ser una centésima parte de su revolución en torno al Sol. Y lo que es más importante, este valor de 3,66 se halla en la sección áurea entre los valores para Venus y Marte. Pero está claro que no encaja en la sucesión de Fibonacci como lo hacen los demás planetas. Sin embargo el ritmo de 27,3 días está íntimamente relacionado con la Tierra, como hemos visto. Es el ritmo en el que pulsa el sistema Tierra-Luna. Podría decirse que el sistema solar es un organismo armónicamente sintonizado en torno a este ritmo, y cuya finalidad es producir el milagro de la vida en este planeta especial, la Tierra. La vida orgánica es al fin y al cabo un proceso rítmico en el que dominan la simetría pentagonal y la sección áurea como factores estructurales.
Vemos pues que los domicilios planetarios, aunque se basan de una division regular del círculo por 12, reflejan la sucesión de periodos planetarios, que a su vez se ordenan según la proporción divina. Los domicilios del Sol y la Luna, padre y madre de la familia planetaria, responden al periodo de 27,3 días, el cual es la unidad fundamental y la raiz de los demás periodos. Los domicilios de Luna y Sol encabezan los hemisferios lunar/nocturno y solar/diurno, distribuyendo los restantes signos entre los cinco planetas visibles. Aqui aparece la pentada: Son estos cinco planetas los que conforman los órganos del alma, en correlación con los cinco elementos primordiales (incluido el éter, según la astrología védica), y con los cinco cuerpos platónicos o poliedros regulares.
El cinturón de asteroides y Urano, que responden al esquema de ordenamiento de las órbitas según la sucesión de Fibonacci, no forman parte de esta pentada de cinco planetas visibles, y por tanto no tienen domicilios. Sin embargo sus órbitas, así como la de la Tierra, se corresponden con puntos muy especiales del esquema zodiacal. Si formamos una cruz con el eje de domicilios, el eje horizontal separa los planetas internos (Venus y Mercurio) de los planetas externos (Marte, Júpiter y Saturno). Este eje de 0°Tauro y 0°Escorpio correspondería a la posición de la Tierra en el sistema solar. Los asteroides se corresponderían con el paso de signos regidos por Marte (Escorpio/Aries) a signos regidos por Júpiter (Sagitario/Piscis). Aries se considera la “cabeza” del ciclo zodiacal, símbolo de la encarnación del ser humano, mientras Sagitario es el signo que contiene al centro galáctico, y simboliza el viaje de retorno a su origen espiritual, representado por la esfera de las estrellas, una vez superada la “muerte” de Escorpio. Urano por ultimo se correspondería con la transición ente los dos domicilios de Saturno - Capricornio y Acuario - que forma el cuarto extremo de la cruz zodiacal.
Secta diurna y nocturna
La diferenciación entre planetas diurnos y nocturnos es uno de los conceptos básicos de la astrología hermética, en torno al cual se articula gran parte del sistema. Los planetas diurnos son el Sol, Júpiter y Saturno. Júpiter y Saturno forman el par de energías antagónicas y complementarias que apoyan el proceso de autoconsciencia y autorrealización. En última instancia ésta es la realización del Atman, el Ser inmanente y transcendente del Hombre.
Los planetas nocturnos son la Luna, Venus y Marte. Venus y Marte forman los polos energéticos antagónicos y complementarios entre los que se desenvuelven nuestras vivencias, el mundo de los sentimientos, de las pasiones, de los deseos, y a la vez la entrega y devoción a la Vida en su eterno fluir.
Mercurio, eterno hermafrodita, pertenece a ambas sectas. Es el vínculo entre el arriba y el abajo, entre la idea y su vivencia. Este vínculo lo establece la palabra, la capacidad de diferenciar lo Uno, y de unificar lo diverso en un concepto común.
El paso entre los signos de Marte y de Júpiter es a la vez la frontera entre signos de Agua y de Fuego. Separa los domicilios de los planetas diurnos – Júpiter y Saturno – de los domicilios de los planetas nocturnos – Marte y Venus. A su vez, el tercer paso entre signos de Agua y Fuego separa los domicilios de Luna y Sol, líderes de la secta nocturna y diurna, y en general los dos hemisferios lunar y solar.
División áurea del círculo
Antes de analizar la distribución de los términos y de las exaltaciones, tenemos que detenernos brevemente en la division del círculo por el número de oro. Las posiciones del minor y del maior del zodiaco (redondeadas al minuto) son 137°30’ y 222°30’, es decir 17°30’ de Leo y 12°30’ de Escorpio, si partimos de 0° Aries. Esta sería una secuencia de dos términos que suman 360°. Del mismo modo, podemos calcular secuencias con más términos que guarden mutuamente la proporción divina y que sumen los 360° del círculo completo. Una de estas secuencias es de especial interés, como veremos en seguida:
38°00‘ + 61°30‘ + 99°30‘ + 161°00‘ = 360°
Si multiplicamos 38°00’ (el valor exacto es 38°00’22,36’’) por el número de oro, el resultado es 61°30’, y así sucesivamente. Es una sucesión numérica que tiene especial importancia en el sistema hermético, y la llamaré sucesión del 38. Podemos ampliarla un poco, incluyendo los dos términos que vendrían antes del 38°00’:
14°31' – 23°29' – 38°00‘ - 61°30' - 99°30' – 161°00‘
Con estos números se puede componer a su vez el maior y el minor del círculo completo:
Minor = 360 / Φ2 = 137°30' = 14°30' + 23°30' + 38 + 61°30'
Maior = 360 / Φ = 222°30' = 23°30' + 38 + 61°30' + 99°30'
Otra ampliación de esta sucesión numérica consiste en intercalar términos que a su vez son la sección áurea entre los adyacentes. Estos los pongo en cursiva:
14°31' – 18°28’ - 23°29' – 29°53' - 38° - 48°21' - 61°30' – 78°13' – 99°30'
Esta secuencia se obtiene multiplicando cada número por la raíz de Φ (√Φ). La llamaré sucesión del 38 lenta. Los números en cursiva por sí solos forman otra sucesión numérica cuyos términos a su vez están en proporción áurea.
Estas dos secuencias se darían en una espiral que cortara una línea a intervalos correspondientes a la sucesión del 38. En dirección contraria desde el punto de origen, esta espiral cortaría la línea a intervalos correspondientes a los valores intercalados en la sucesión lenta del 38. Si tomáramos como punto de origen 0° Leo, como en el dibujo, la primera sucesión iría en sentido directo y sería de carácter solar, y la segunda iría en sentido retrógrado y sería de carácter lunar.
Por último, me queda apuntar a otra peculiaridad de la sucesión del 38. Si duplicamos los números de la misma, formando lo que llamaré una sucesión del 76 (el valor exacto es 76°00’44,72’’), el resultado es una serie de números prácticamente idénticos a la secuencia que se obtendría a partir del 1. He aquí las dos sucesiones:
1 - Φ - Φ2 - Φ3 – Φ4 – Φ5 – 17°57‘ – 29°02‘ – 46°59‘ – 76°01‘ – 123°00‘ – 199°00‘
(0°59’59,97’’)... ..... 17°57‘ – 29°02‘ – 46°59‘ – 76°01’ – 122°59‘ – 199°00‘
Si redondeamos a un minuto de arco, los números solo empiezan a diferenciarse mínimamente a partir del undécimo término. Esta sucesión tiene además la ventaja de que sus términos (a partir del 17°57’) son casi números enteros. En seguida nos toparemos con algunos números de esta sucesión.
Los años planetarios
La astrología hermética atribuye a cada planeta un número de años menores y mayores. También existen los años medios, pero aquí no nos interesan. La tabla de años menores y mayores es como sigue:
Planeta | Años menores | Años mayores |
Sol | 19 | 120 |
Luna | 25 | 108 |
Mercurio | 20 | 76 |
Venus | 8 | 82 |
Marte | 15 | 66 |
Júpiter | 12 | 79 |
Saturno | 30 | 57 |
Los años menores corresponden a ciclos sinódicos de recurrencia. Es decir, después de tantos años el planeta formará de nuevo una conjunción con el Sol en el mismo lugar del zodiaco (aproximadamente). Por ejemplo, Júpiter repetirá cada 12 años una conjunción con el Sol en el mismo signo del zodiaco, cerca de donde realizó la conjunción 12 años antes. Marte repetirá su conjunción con el Sol en el mismo lugar cada 15 años, etc. Los años menores del Sol vienen del ciclo metónico: cada 19 años se efectúa una conjunción Sol-Luna exáctamente en el mismo grado del zodiaco. El único planeta cuyos años menores no corresponden exáctamente a un ciclo sinódico es la Luna. Sus 25 años se derivan del calendario egipcio: en ese plazo se repite una conjunción con el Sol en el mismo día de este calendario (los egipcios operaban con un año de 365 días, sin contar años bisiestos). Este número de años parece no encajar del todo con la norma general. Sin embargo, como veremos en seguida, la compleja numerología de los años planetarios solo funciona con este número de años menores para la Luna.
Los años mayores no están correlacionados con periodos sinódicos, sino que se derivan de los años mayores del Sol y la Luna, en combinación con años menores de las luminarias y de los cronocratores. Los 120 años del Sol y los 108 de la Luna se obtienen multiplicando el 12 – uno de los números base del sistema astrológico - por el 10 y por el 9. El 10 es un número solar, que simboliza la completitud y unidad de la creción. El 9 es un número lunar, que simboliza reproducción y diversificación. Las 27 mansiones lunares según la astrología védica están estructurados en tres grupos de 9 mansiones. Por otro lado, los años mayores de la Luna son los únicos que corresponden a un ciclo astronómico: 108 años son 6 ciclos de Saros, periodos de 18 años tras los cuales se repiten eclipses del mismo tipo.
Sol y Luna son padre y madre de la familia planetaria. De sus años se derivan los años mayores de los dos grandes cronocratores, Saturno y Júpiter. Saturno recibe de cada luminaria una cuarta parte de sus años mayores, lo cual hace 57 años: 30 + 27 = 57. Júpiter, al ser un amigo de las luminarias, recibe indistintamente del Sol o de la Luna la mitad de sus años mayores, más sus años menores: 60 + 19 = 54 + 25 = 79.
Los años mayores de los restantes tres planetas se derivan de las luminarias y de los grandes cronocratores, teniendo en cuenta su afinidad por secta y por trígono al que pertenecen sus domicilios:
Marte, planeta nocturno, recibe de la Luna la mitad de sus años mayores (54), más los años menores de Júpiter (12), lo cual suma 66 años. Marte y Júpiter tienen ambos sus domicilios en trígono de fuego y de agua, y también la Luna tiene su domicilio en signo de agua. Venus, planeta también nocturno, recibe de la Luna sus años menores (25) y de Saturno los mayores (57), haciendo en total 82 años. Saturno es el planeta con el que comparte tanto el trígono de Aire como el de Tierra. La misma lógica se aplica a Mercurio, solo que este es tratado como un planeta diurno: recibe los 19 años menores del Sol, y los mayores de Saturno, en suma 76 años mayores.
De este modo, los planetas benéficos son los que tienen más años, mientras los maléficos tienen menos años. Una de las aplicaciones de esta técnica es juzgar la longevidad del nativo, tema en que no puedo entrar aquí. Baste decir que los benéficos dan más larga vida que los maléficos. Mercurio está en el centro, aunque sus 76 años se acercan más al grupo de benéficos. De hecho, si no se halla asociado con maléficos, se le considera tradicionalmente como benéfico.
Si sumamos los años mayores de los cinco planetas (quitando las luminarias), obtenemos 360 años, que equivalen a los 360° del zodiaco. En seguida veremos qué consecuencia tiene esto en el sistema hermético. Un grado es la unidad simbólica más pequeña con que operamos en astrología. Desde antiguo se ha equiparado un grado a una unidad de tiempo, de modo que los 360 grados del zodiaco se corresponden a 360 años.
Pero estos periodos mayores tienen más calado aún: si sumamos los años de los tres planetas integrantes de la secta diurna y de la secta nocturna, el resultado es el mismo:
120(So) + 79(Ju) + 57(Sa) = 256
108(Lu) + 82(Ve) + 66(Ma) = 256
Esta cifra es además la octava potencia del 2 (28), de modo que simboliza la dualidad en todas sus ramificaciones. Mercurio, al ser un planeta neutral, no forma parte de esta ecuación. Pero si sumamos sus 76 años a 256, el resultado es 332, uno de los términos de la sucesión lenta del 38 (el valor exacto sería 331°22’).
Pues bien, si hacemos lo mismo con los años menores, vemos que los dos grupos están en una proporción relacionada con el número de oro:
19(So) + 12(Ju) + 30(Sa) = 61
25(Lu) + 8(Ve) + 15(Ma) = 48
61/48 = 1,271
√Φ = 1,272
Estos dos números pertenecen (en números redondos) a la sucesión lenta del 38 que expliqué antes. Es decir, 48 multiplicado por √Φ es 61, con mucha exactitud. En la espiral que mostré arriba, el 48 correspondería a un intervalo en el hemisferio lunar, en concordancia con la secta a la que pertenecen los planetas que suman estos años. El 61 pertenecería al hemisferio solar y a los planetas diurnos.
Pero también los años mayores de los planetas guardan una curiosa relación con las sucesiones del 38 y del 76, si agrupamos esta vez los planetas (sin las luminarias) en benéficos y maléficos:
79(Ju) + 82(Ve) = 161
57(Sa) + 66(Ma) = 123
El 161 pertenece a la sucesión del 38, mientras el 123 pertenece a la sucesión del 76. La diferencia entre ambos es 38, la mitad de 76. Si sumamos 38 y 161 (=199) obtenemos otro número de la sucesión del 76. El lector ya se habrá dado cuenta de que el número 76 corresponde a los años mayores de Mercurio, que no es benéfico ni maléfico. De hecho, este número y sus derivados conectan en cierto modo la suma de años mayores de los benéficos y de los maléficos.
La distribución de los términos y el número de oro
Los términos planetarios son una dignidad importante de la astrología hermética. Me refiero a los términos egipcios, el sistema aceptado por la gran mayoría de los astrólogos helénicos, árabes y persas. Se trata de una división irregular de cada signo zodiacal en cinco áreas, asignándose a cada término un planeta. Aunque a primera vista la distribución de los términos parece caótica y carente de lógica, se trata de una distribución muy equilibrada, en la que entran en juego las triplicidades, los domicilios y las exaltaciones subsiguientes que rigen los planetas, su afinidad con las sectas etc. No puedo extenderme aquí en este tema y explicar todas las reglas en las que se basa el sistema de términos. Me centraré únicamente en el papel que juega la sección áurea para su distribución.
Si sumamos los términos de cada planeta en todo el zodiaco, obtenemos exáctamente sus años mayores. Es por esto que la distribución de entrada no puede ser homogénea, ya que cada planeta tiene un número de años diferente. La función de los términos en el sistema hermético tiene mucho que ver con el concepto de longevidad y de tiempos de vida. Se aplican sobre todo para hallar el planeta que indica la longevidad, y para dividir el curso de la vida en diferentes periodos, regidos por los planetas regentes de los términos. Estos periodos vienen indicados por el paso del ascendente (o Hyleg) dirigido a lo largo del zodiaco 8.
Ya indiqué que la división más fundamental del zodiaco es en un hemisferio lunar o nocturno, y un hemisferio solar o diurno, cuyo eje divisional está en 0°Leo/Acuario. Si sumamos los grados de los términos de cada planeta en estos hemisferios, obtenemos la siguiente tabla:
Planeta | Hemisferio lunar | Hemisferio solar | Diferencia |
Júpiter | 38° | 41° | 3° |
Saturno | 27° | 30° | 3° |
Mercurio | 36° | 40° | 4° |
Venus | 43° | 39° | 4° |
Marte | 36° | 30° | 6° |
Como es de esperar, los planetas diurnos rigen más grados en el hemisferio diurno que en el nocturno, y los planetas nocturnos más grados en el hemisferio nocturno que en el diurno. Mercurio ha sido asignado a la secta diurna por tener su regocijo y su exaltación en el signo de Virgo, perteneciente al hemisferio solar.
Si comparamos la suma de los grados de los planetas diurnos en ambos hemisferios, y hacemos lo mismo con los planetas nocturnos, el resultado es una reparto proporcionado según el número de oro:
Hemisferio lunar:
Ve(43°) + Ma(36°) = 79°
Me(36°) + Sa(27°) + Ju(38°) = 101°
101°/79° = 1,278
√Φ = 1,272
Hemisferio solar:
Me (40°) + Sa(30°) + Ju(41°) = 111°
Ve(39°) + Ma(30°) = 69°
111°/69° = 1,609
Φ = 1,618
Se trata en ambos casos de la mejor aproximación al número de oro (o a su raiz cuadrada) obtenible con dos número enteros que sumen 180° (un hemisferio). Es altamente improbable que esta distribución sea mera casualidad.
Aparte de los hemisferios zodiacales, se consideran como diurnos los signos masculinos (de fuego y de aire) y como nocturnos los signos femeninos (de agua y de tierra). He aquí la distribución de los términos en estos dos grupos de signos:
Planeta | Signos diurnos | Signos nocturnos | Diferencia |
Júpiter | 44° | 35° | 9° |
Saturno | 34° | 23° | 11° |
Mercurio | 39° | 37° | 2° |
Venus | 34° | 48° | 14° |
Marte | 29° | 37° | 8° |
De nuevo podemos apreciar que Júpiter y Saturno rigen más grados en signos masculinos, y menos grados en signos femeninos. Por el contrario, Venus y Marte rigen más grados en signos femeninos que en masculinos. Mercurio es el planeta cuyos términos están mejor repartidos en los signos de ambas polaridades. De hecho, podría pensarse en un reparto equitativo, obteniendo 38 grados en cada polaridad.
Júpiter y Saturno pertenecen a la secta diurna, pero a Júpiter se le considera más diurno que a Saturno. Del mismo modo a Venus se la considera más diurna que a Marte. La proporción áurea que se establece entre los planetas de las dos sectas, tanto a nivel de años menores como en el reparto de los términos en ambos hemisferios, se repite aqui dentro de la misma secta:
Ju/Sa = 44/34 = 1,2941..
Ve/Ma = 48/37 = 1,297...
√Φ = 1,272...
La proporción no es exacta por tratarse de números enteros. Sobre todo en el caso del par Venus/Marte obtendríamos una aproximación mejor si Venus tuviera 47 grados, y no 48. Si le cediera a Mercurio un grado en un signo femenino, y Mercurio se lo devolviera en un signo masculino, el reparto sería ideal, ya que Mercurio obtendría igual número de grados en ambas polaridades, en concordancia con su carácter neutro. Por ejemplo, en el signo de Leo los términos de Mercurio (cuarto término, con 6°) y Venus (segundo término, con 5°) parecen estar intercambiados, porque Mercurio tiene afinidad por domicilio con el segundo signo desde Leo (Virgo), y Venus por triplicidad con el cuarto (Escorpio). En compensación, Venus podría cederle a Mercurio un grado en el signo de Virgo. Es una sugerencia, sin afán de establecer un sistema nuevo. En conjunto, el sistema de términos egipcios es muy coherente.
La clave del zodiaco sidéreo
Llegados a este punto, me parece necesario detenernos en la cuestión de la fijación del zodiaco sideral, y proponer una definición que cumpla con una serie de requisitos fundamentales. Las fuentes de que disponemos de literatura astrológica, astronómica y mágica, ponen muy en evidencia que tanto los griegos como los árabes y persas utilizaron el zodiaco sidéreo heredado de los babilonios, o bien una variante hindú más compatible con su tradición de mansiones lunares. El zodiaco sidéreo fue considerado ya por los babilonios y egipcios como una división regular de la eclíptica en 12 partes de 30° cada una. Por supuesto las fronteras entre los signos no son visibles en el cielo, ya que las estrellas se reparten de modo muy irregular en la bóveda celeste. Pero son imprescindibles para orientrarse en el espacio y observar el movimiento de los planetas y las luminarias. Así, los babilonios identificaron el centro del signo de Tauro con la estrella Aldebarán, en exacta oposición con Antares a 15° de Escorpio. Otra estrella fiducia es Spica, en el comienzo de Libra. La comisión de reforma del calendario convocada por el gobierno de la India en el año 1952, acordó adoptar la propuesta de Lahiri y definir el 0° Libra mediante la longitud eclíptica de Spica. Este ayanamsha de Lahiri fue aceptado por el gobierno el 21 de Marzo de 1956. Ayanamsha significa “arco solsticial”, y se denomina así la distancia de los solsticios y equinoccios de 0° de los signos móviles (Cancer/Capricornio y Aries/Libra). Sin embargo, esta definición no deja de ser un compromiso entre varias opciones que pueden derivarse a partir de los textos clásicos.
Aunque haya discrepancias con respecto a la fijación exacta del zodico sidéreo en el cielo, se trata de una tradición muy consistente, según la cual los signos zodiacales y las mansiones lunares vienen marcadas por las estrellas y constelaciones que llevan su nombre. A menudo – como en el caso de Aldebaran y Spica - las estrellas importantes de las constelaciones están ubicadas muy cerca del centro o de la frontera entre dos signos.
Sin embargo, una definición del zodiaco basada en una estrella fija no es satisfactoria. No hay razón astronómica por la cual Aldebaran, Spica u otra estrella debieran tener una función especial en comparación con las demás estrellas del firmamento. Ni siquiera destacan desde un punto de vista mitológico o religioso. Otras estrellas como las Pléyades o Sirio serían candidatos más eminentes.
La Tierra y la unidad Tierra-Luna forman sendos niveles sistémicos, a su vez integrados en el sistema solar. Este es el nivel sistémico superior al duplo Tierra-Luna. Como sabemos, el Sol pertenece, junto con otras estrellas fijas, a la misma galaxia, la Vía Láctea. Todas estas estrellas giran en torno al centro galáctico. Es decir, la Vía Láctea es el nivel sistémico superior, la matriz de cuyo seno nació el sistema solar. Por tanto, el zodiaco y las mansiones lunares debemos entenderlos como codificaciones del gran campo energético integrado por la estructura y el movimiento de la galaxia. Se trata de la octava esfera de los antiguos, matriz envolvente que transciende los ciclos del devenir gobernados por los planetas.
Parece razonable que la configuración del zodiaco tenga su origen en estructuras de nivel superior como el centro galáctico o el ecuador galáctico. Según todos los ayanamshas antiguos, el centro galáctico (CG) se halla en la zona inicial de Sagitario, pero sin llegar a estar al principio del signo. Se trata de la mansión lunar Mūla, lo cual significa „raiz“, y cuyo simbolismo gira en torno a la disolución de lo manifiesto y la reorientación hacia una dimensión metafísica. El CG – un agujero negro, que sepamos - está cerca de Shaula, la estrella en el aguijón del Escorpión, que de hecho es la estrella fiducia de Mūla. Sin embargo, todos los ayanamshas sitúan a esta estrella y al CG a pocos grados de Sagitario. Una definición del zodiaco basada en el CG a 0° de este signo contradiría las definiciones tradicionales.
Por lo que hemos visto hasta ahora, no sería extraño que la orientación del zodiaco se basara en la proporción divina. La división en 12 signos y en 27 mansiones no se corresponde con tal proporción. Sin embargo, el zodiaco en conjunto sí que está orientado con respecto al centro galáctico en base al número de oro: Según los ayanamshas al uso, el CG se halla en las inmediaciones de la sección áurea – concretamente en el minor - entre los dos grandes ejes del zodiaco, entre 0° Escorpio y 0° Acuario. Esto implica automáticamente que 0° de Acuario se halla en el minor entre el CG y 0° Tauro, y 0° Tauro en el maior entre el CG y 0° Leo.
Tal definición del zodiaco sitúa al centro galáctico exáctamente en 4°22°37'' de Sagitario. Este número tiene además la peculiaridad de estar en proporción áurea con 30°, la unidad zodiacal de un signo: 4°22°37'' x Φ4 = 30°00'. Si partimos de una precesión de 1° en 71,583 años, la “fecha cero”, cuando el punto vernal se hallaba exáctamente a 0° de Aries, fue el 17 de Junio de 391. Es la época en la que el catolicismo cristiano fué instituido como religión oficial exclusiva del imperio romano. San Agustín había sido bautizado cuatro años antes, y en 391 fundó el primer convento en Africa. Es también el año exacto en que el emperador Teodosio pronunció el edicto que prohibía los cultos paganos, y en que se destruyó la biblioteca de Alejandría. En este paso de Aries a Piscis muere definitivamente la era del clasicismo antiguo.
El 1 de Enero del 2000, este ayanamsha galáctico ascendía a 22°28’14’’, situándose el punto vernal en 7°31’46’’ de Piscis. Uno de los ayanamshas modernos más populares es el del astrólogo hindú B.V. Raman, que para la misma fecha postula un valor de 22°25‘, muy cercano al del ayanamsha galáctico. Raman mismo extrajo este ayanamsha de la obra de Bhāskarāchārya, uno de los astrónomos hindúes más eminentes de la Edad Media 9. Existió por tanto ya en aquella época una ubicación del zodiaco prácticamente idéntica a la postulada por mí en base al CG.
Tomando este ayanamsha, el ecuador galáctico (EG), tal como lo definen los astrónomos modernos, corta la eclíptica en 7°28’ de Sagitario. Por tanto está a una distancia de 0° Acuario (el eje de domicilios) igual a la cuarta proporción áurea del círculo: 360/Φ4 = 52°31’24’’. Esta curiosa relación entre el centro galáctico y el eje zodiacal por un lado, y el ecuador galáctico por otro, se perdería en el transcurso el tiempo por efecto de la revolución del Sol en torno a la galaxia. Pero se trata de un movimiento tan lento, que en el plazo de los milenios que llevamos de Historia la distancia entre el CG y el EG ha aumentado a lo sumo medio minuto de arco.
La distribución áurea de las exaltaciones planetarias
La dignidad mayor que pueden adquirir los planetas es la exaltación. Un planeta en su domicilio está en su ambiente natural, se siente “como en casa”, autosuficiente y seguro de sí mismo. Pero cuando está exaltado, el planeta da el máximo rendimiento. Es como un hombre que recibe los más altos honores por su capacidad y sus logros.
Al contrario de las demás dignidades, la exaltación es, estrictamente hablando, un punto o grado del zodiaco en el que el planeta está en su auge. En el punto opuesto, por el contrario, el planeta llega a su máxima depresión. Aquí se halla como destituido o caído. Se trata de la única posición zodiacal explícitamente considerada como debilitación en la astrología antigua. El concepto de exaltación y caída se remonta a la astrología babilónica y egipcia, anteriores a la época helénica. Sin embargo, no poseemos ningún texto que explique el porqué de la distribución de los grados de exaltación. Estos grados nos han sido transmitidos en dos variantes ligeramente divergentes. La astrología védica da para el Sol y para Júpiter grados diferentes que la astrología griega, manteniendo las exaltaciones en los mismos signos del zodiaco. He aquí las exaltaciones según ambas tradiciones:
Planeta | Signo | Hermética | Védica |
Sol | Aries | 19° | 10° |
Luna | Tauro | 3° | 3° |
Júpiter | Cáncer | 15° | 5° |
Mercurio | Virgo | 15° | 15° |
Saturno | Libra | 20°/21° | 20° |
Marte | Capricornio | 28° | 28° |
Venus | Piscis | 27° | 27° |
Aunque las exaltaciones sean grados del zodiaco, su posición en los signos no es aleatoria. Los astrólogos medievales solían argumentar que las tres parejas de planetas que se exaltan en signos contrarios poseen una cualidad opuesta: el Sol es caliente, mientras Saturno es frío; Júpiter es húmedo y benévolo, mientras Marte es seco e intempestivo; Venus es húmeda y fecunda, y Mercurio se considera seco y más bien estéril. Podemos apreciar también que ningún planeta tiene su caída en su domicilio, ni por ende su exaltación en su exilio.
Además existe una mutua configuración entre las exaltaciones y los planetas dispositores, en base a su carácter benéfico o maléfico. Funcionan aquí las exaltaciones como si fueran sustitutos de los planetas mismos:
- Sol está exaltado en Aries, y su dispositor Marte lo está en la cuadratura diestra, en Capricornio;
- Marte está exaltado en Capricornio, y su dispositor Saturno lo está en la cuadratura diestra, en Libra;
- Saturno está exaltado en Libra, y su dispositor Venus lo está en un signo en aversión, en Piscis;
- Venus está exaltada en Piscis, y su dispositor Júpiter lo está en el trigono siniestro, en Cáncer;
- Jupiter está exaltado en Cáncer, y su dispositor Luna lo está en el sextil diestro, en Tauro;
- Luna está exaltada en Tauro, y su dispositor Venus lo está en el sextil diestro, en Piscis.
Estas configuraciones reflejan la relación de aspecto tenso, armónico o de aversión que tienen los domicilios planetarios de cada hemisferio con respecto a Cáncer y Leo: Los domicilios de Marte en cuadratura, los de Júpiter en trígono, los de Venus en sextil, y los de Saturno en aversión. Solo que aquí la configuración no es con el correspondiente domicilio de la luminaria, sino con el signo de exaltación del dispositor. La Luna es considerada básicamente benéfica (húmeda), de modo que su exaltación está en configuración benéfica con su dispositor Venus. Del mismo modo el Sol, considerado maléfico (seco), se exalta en Aries en cuadratura a la exaltación de Marte. El único planeta que no es ni lo uno ni lo otro, Mercurio, se exalta en su propio signo.
También podemos observar que los planetas de la secta nocturna – Luna, Venus y Marte – se exaltan en signos en relación armoniosa – sextil y trígono – mientras los planetas de la secta diurna – Sol, Júpiter y Saturno – se exaltan en signos en relación tensa. El capitán de la secta diurna es el Sol, cuya cualidad caliente y seca se corresponde con el carácter duro y desafiante de los aspectos tensos. El caudillo de la secta nocturna sin embargo es la Luna, húmeda e indulgente, en correspondencia con los aspectos armoniosos.
Está claro, pues, que la distribución de las exaltaciones en los signos respeta una serie de relaciones simbólicas de máxima importancia en el sistema zodiacal. Pero ¿como se explica la distribución de los grados concretos de exaltación, tan aleatoria a simple vista?
Empecemos por calcular la distancia entre un grado de exaltación y el siguiente, tanto en la variante helénica como en la védica. Para poder compararlos mejor, he expresado las exaltaciones en grados absolutos, es decir contados desde 0°Aries. Las exaltaciones según la astrología védica y las correspondientes distancias están escritas en cursiva:
Planeta | Exaltación | Distancia al anterior | Distancia según astr. védica |
Venus | 357° | (59°) | |
Sol | 10° | 13° | |
Sol | 19° | 22° | |
Luna | 33° | 14° | 23° |
Júpiter | 95° | 62° | |
Júpiter | 105° | 72° | |
Mercurio | 165° | 60° | 70° |
Saturno | 200° | 35° | |
Saturno | 201° | 36° | |
Marte | 298° | 97° | 98° |
Venus | 357° | 59° |
Llama la atención que la mayoría de estas distancias se aproximan mucho a los valores de la sucesión del 38 que presenté antes. En la tabla siguiente cada columna está encabezada por los números de esta sucesión. Debajo de cada uno de ellos vienen listadas las distancias entre grados de exaltación próximos a estos valores.
14°31' | 23°29' | 38°00‘ | 61°30' | 99°30' |
Ve-So (13°) | Ve-So (22°) | Ve-Lu (36°) | Lu-Ju (62°) | Ve-Ju (98°) |
So-Lu (14°) | So-Lu (23°) | Sa-Me (35°) | Ju-Me (60°) | Ju-Sa (96°) |
Sa-Me (36°) | Ve-Ma (59°) | Sa-Ma (97°) | ||
Sa-Ma (98°) | ||||
Ma-Lu (95°) |
Los únicos valores de la primera tabla que no cuadran en absoluto con la sucesión del 38 corresponden a las distancias de Luna a Júpiter en la variante helénica y de Júpiter a Mercurio en la variante védica. Tal acumulación de arcos en mutua proporción divina no puede ser casual.
Ahora bien, la proporción se basa en tres posiciones: un arco entre dos exaltaciones es seccionado por una tercera, situada entre las otras dos. Para ello solo existen dos posibilidades. O bien la exaltación intermedia está en el maior, o está en el minor del arco en cuestión, contando desde una de las exaltaciones que la flanquean. Es interesante notar que las dos exaltaciones del Sol según la astrología helénica y la védica son precisamente el maior y el minor entre Venus y la Luna.
Como la mayoría de las distancias entre dos exaltaciones son valores aproximados de la sucesión del 38, la razón entre dos arcos a derecha e izquierda de una exaltación darán el número de oro. Una excepción es la exaltación helénica de Júpiter. En sentido directo encontramos una distancia de 60° a la exaltación de Mercurio, pero en la otra dirección buscaremos en vano. Sin embargo, la variante védica se halla a esta misma distancia de la exaltación de la Luna, y al mismo tiempo a 105° de la de Saturno, que desde luego se aproxima mejor al siguiente término de la sucesión del 38 (99°30’). Esto lo interpreto como argumento en favor de la variante hindú. Ahora bien, en ese caso es Mercurio el que no parece estar en la sección áurea entre otras dos exaltaciones. Solo lo parece. En seguida nos ocuparemos de éste planeta, que siempre hace de las suyas.
La siguiente cuestión que se plantea es si existe una relación astrológica entre la exaltación de un planeta y la pareja de exaltaciones en cuya sección áurea se encuentra. Efectivamente existe tal relación. Por el momento dejo de lado a Mercurio, y hallo los siguientes acordes (para Saturno aplico 20° de Libra):
Planeta exterior A | Planeta exterior B | Planeta central C | Razón AB/AC o AB/BC |
Venus | Luna | Sol | 1,636 o 1,565 |
Venus | Júpiter | Luna | 1,581 |
Luna | Saturno | Júpiter | 1,590 |
Júpiter | Venus | Saturno | 1,669 |
Saturno | Venus | Marte | 1,602 |
Marte | Júpiter | Venus | 1,602 |
Como era de esperar, todos los valores de la última columna se hallan muy próximos al número de oro (1,618). El valor medio es 1,606. Como demostraré en seguida, hay buenas razones para preferir la exaltación helénica del Sol a la védica (el valor de esta última está en cursiva). En ese caso el promedio de la última columna asciende a 1,613, casi igual al número de oro.
Si partimos ahora de la exaltación de en medio, observaremos que una de las exaltaciones que la flanquean es la de su dispositor. La única excepción – por el momento - es la exaltación del Sol. La otra exaltación flanqueante es por lo general el compañero de secta: para Júpiter lo es Saturno, y viceversa para Saturno, y lo mismo ocurre con Venus y Marte. Solo las luminarias, jefes de secta, obedecen a otra regla.
¿Y Mercurio? ¿Podemos encontrar también para él dos distancias que guarden la proporción divina? Pues sí, y de lo más coherentes: la exaltación de Mercurio se encuentra en la sección áurea entre la exaltación de la Luna (a su derecha) y la del Sol (a su izquierda):
Distancia Luna-Mercurio: 132°
Distancia Mercurio-Sol: 214°
214°/132° = 1,621
El resultado es el más exacto de todos. Mercurio se considera perteneciente a ambas sectas, y como su exaltación se halla en el propio domicilio, no posee dispositor. Por tanto es consecuente que se encuentre en la sección áurea entre ambas luminarias.
Nos queda una última cuestión: ¿porqué están estas exaltaciones justo en el lugar que están? Sería pensable elegir otros grados, respetando las distancias mutuas que hemos encontrado. Es cierto que si queremos mantener la posición en los signos no tenemos mucho juego. Pero es de suponer que haya algo más, un punto de partida desde el cual podamos derivar todo el sistema. De hecho, nos falta una pieza clave: las exaltaciones de los nodos.
Las exaltaciones de los nodos
En la astrología árabe aparece una tradición, probablemente más antigua, según la cual la cabeza del Dragón o Rahu (como se la denomina en la India) se exalta en 3° de Géminis, y la Cola del Dragón o Ketu se exalta en 3° de Sagitario, de manera que la caída de uno es la exaltación del otro.
Cuenta la leyenda que por una afrenta provocada por el dios Indra, el rishi Kasyapa pronunció una maldición: los devas perdieron su poder y fueron desplazados por los asuras. Desesperados, los devas pidieron consejo a Vishnu. Este les instruyó en batir el gran océano de leche hasta que emergiera el amrita, el nectar de la inmortalidad, que deberían beber. Devas y asuras arrancaron el monte Mandara y lo apoyaron sobre la tortuga gigante en que se había convertido Vişnu en mitad del océano lácteo. Con la ayuda de Vasuki, el rey de las serpientes, que prestó sus servicios como cuerda para hacer girar el monte, empezaron juntos a batir el océano. Primero apareció un veneno mortal que el supremo Siva se bebió para salvaguardar a devas y asuras. Después emergieron una tras otra las constelaciones, luego el Sol, la Luna y la estrella polar. Esta la situó Vishnu sobre el monte Mandara, y ordenó al Sol y a la Luna que girasen a su alrededor. Surgieron los cuatro elementos, así como la diosa Lakshmī, que trajo al mundo felicidad y riqueza.
Por fin emergió del océano de leche Dhanvantari, el sanador divino, con el amrita. Los asuras empezaron a pelearse por conseguir probar el néctar, cuando Vishnu se transformó en la bella y sensual Mohini. Embelesados, los asuras la dejaron que repartiera el amrita. Mohini sentó a devas y asuras en dos filas y empezó a escanciar el amrita a los devas, mientras a los ausras les daba de beber agua. Pero un asura llamado Rahu se dió cuenta del engaño y, tomando la apariencia de un deva, se sentó entre el Sol y la Luna. Apenas había catado el néctar, las luminarias reconocieron su identidad y se chivaron a Mohini. Instantáneamente Vishnu asumió su verdadera apariencia, lanzó su disco y desmembró la cabeza de Rahu de su tronco. Pero como se había hecho inmortal, desde entonces la cabeza – Rahu – y la cola del dragón – Ketu – vagan por el cielo como los demás dioses planetarios. En venganza por el chivatazo, eclipsan de cuando en cuando la luz del Sol y de la Luna.
Esta leyenda cuenta una cosmogonía, el establecimiento de un orden cósmico tras un tiempo de caos. El monte Mandara es el eje del mundo, y sin duda el océano de leche es la galaxia, de cuyas profundidades van surgiendo los elementos que constituyen el nuevo cosmos: las constelaciones, el sistema solar, los elementos primigenios etc., y por fin el elixir de la vida. Los asuras, las fuerzas del caos y de la fragmentación, tienen que participar en la creación de este mundo, aunque el ambrosia esté reservado para los dioses. Rahu es el único que supera su naturaleza sensual y carnal, y aspira a la inmortalidad.
El simbolismo del dragón es sin duda complejo. En el cielo aparece explícitamente como constelación que circunda el eje de la eclíptica, el axis mundi. Es sin duda la serpiente Vasuki de la leyenda hindú. Otro de los fenómenos celestes que invariablemente se han asociado con el dragón o con la serpiente cósmica es la Vía Láctea. Se la considera también el camino que toman las almas después de la muerte, en su retorno a las estrellas. Este camino era custodiado por los dos perros de Yama, el dios de la muerte y del dharma, y que los hindúes identifican con las dos estrellas en la cola del Escorpión.
Los nodos lunares representan dos funciones de la psique en la encrucijada entre la Luna - la mente, impregnada del continuo fluir de sensaciones, sentimientos e imágenes - y el Sol, la mónada consciente de su identidad, fiel a sí misma más allá del devenir. Rahu promueve la búsqueda en el mundo de las apariencias y las ilusiones, y Ketu anhela la liberación del alma y la disolución de las ataduras mundanas. Rahu y Ketu se consideran estrechamente relacionados con los condicionamientos kármicos y su disolución.
Las exaltaciones de los nodos se hallan en plena Vía Láctea. No cabe duda de que se han elegido por la analogía existente entre el cruce de la órbita lunar con la solar, y el cruce de la Via Láctea con el zodiaco. En ambos casos se trata de la conexión entre dos niveles sistémicos contiguos: la Luna y el Sol por un lado, y el sistema solar (plano de la eclíptica) y el sistema galáctico por el otro. Sobre todo en la iconografía persa encontramos muchas representaciones de Sagitario en las que la cola forma un nudo (nodo) y se convierte en un dragón, a veces en clara actitud hostil hacia la mitad humana del centauro. Esta icononografía tiene sus raíces en las antiguas imágenes mesopotámicas y egipcias de Sagitario, en las que aparece la cola del Escorpión como parte de la figura, y una doble cabeza, con una de las caras mirando hacia atrás. La cola/dragón del Sagitario se identifica precisamente con la zona del centro galáctico, justo al lado del aguijón de Escorpio, y del ecuador galáctico. Las exaltaciones de los nodos son por tanto las únicas claramente asociadas a las estructuras galácticas que definen la orientación del zodiaco.
Si identificamos las exaltaciones de los nodos con el cruce entre el ecuador galáctico y la eclíptica, tendremos que corregir su posición a 7°28’, o a 7° Géminis/Sagitario en números redondos. A partir de este eje podemos trazar una cruz, de modo que el polo galáctico norte (PGN) se encuentra en 7° de Virgo, y el polo galáctico sur en 7° de Piscis. Según investigaciones contemporáneas, en esta zona de Virgo se encuentra el núcleo del grupo local al que pertenece nuestra galaxia.
La base de las exaltaciones
Volviendo ahora a la pregunta de cuál es el punto de partida de las exaltaciones, la clave del sistema parece estar en las exaltaciones de Rahu y Ketu y la cruz que forman con los polos galácticos. Habíamos dicho que la exaltación del Sol no cumple la regla de situarse en la sección áurea entre la exaltación del dispositor y de un compañero de secta. Sin embargo, la cosa cambia si sustituimos a este compañero de secta por el PNG. La exaltación del Sol resulta que se encuentra a una distancia del PNG igual al minor del círculo completo: 157°28’ – 137°30’ = 19°58’ Aries. Al mismo tiempo, si derivamos las demás exaltaciones a partir de esta posición, contando entre exaltación y exaltación siempre arcos de la sucesión del 38, resulta que el Sol se encuentra exáctamente en la sección áurea entre el PNG y la exaltación de Marte. Esta habría que corregirla entonces a 25° de Carpricornio. Marte es el dispositor de la exaltación del Sol, y el polo galáctico haría las funciones de foco de nivel sistémico superior y análogo al Sol.
Pero las exaltaciones de los nodos, en especial la exaltación de Ketu, ofrece más simetrías. Se encuentra en el punto medio entre 0°Acuario y la exaltación de Saturno; 0° Acuario es un polo del eje zodiacal, y a sendos lados se extienden los domicilios de Saturno. Al mismo tiempo, la exaltación de Mercurio se encontraría en la sección áurea entre la de la Luna y la de Ketu. Estas dos últimas derivaciones del sistema dan como resultado posiciones idénticas, mientras que se desvían medio grado con respecto a la derivación a partir del PNG que expliqué arriba. He aquí las posiciones exactas que resultan:
Si entendemos las exaltaciones como grados enteros sin necesidad de más precisión, estas tres derivaciones son prácticamente congruentes. La diferencia con respecto a las exaltaciones tradicionales es de un grado más o menos en la mayoría de los casos. Únicamente las exaltaciones de Marte y Saturno se desvían entre 3° y 5° de las posiciones transmitidas por los antiguos. También esto tiene su explicación.
Estrellas fiducias
En la práctica, si queremos ubicar en el cielo una posición, necesitamos las estrellas fijas. Sin ellas no sería posible “apuntar con el dedo” dónde comienza un signo, o dónde se halla el polo celeste, o dónde se encontraba determinado planeta en una carta natal. Sabemos por ejemplo que los babilonios utilizaban un sistema de estrellas cercanas a la eclíptica, denominadas “normales”, porque ofrecián una norma con ayuda de la cual determinar la posición zodiacal de un planeta o de la Luna etc.
Lo mismo ocurre con las exaltaciones. Nuestros antepasados se ayudarían de ciertas estrellas para indicar la posición de los grados de exaltación lo más aproximadamente posible. Es sabido también que los astrónomos antiguos – incluidos Hiparco y los astrónomos hidúes – hacían mucho uso de las longitudes polares. La longitud polar de una estrella (o planeta) es el grado de la eclíptica que culmina en el meridiano al mismo tiempo que dicha estrella. En otras palabras, en el momento de culminar la estrella su longitud polar es el Medio Cielo.
Cuanto más se aparta una estrella de la eclíptica, su longitud polar se irá desplazando en mayor o menor grado con el paso de los siglos, por efecto de la precesión. Si calculamos longitudes polares para el zodiaco babilónico y para el segundo milenio a.C., época en la que como tarde es de suponer que se fijaran los grados de exaltación que nos han transmitido griegos e hindúes, encontramos las siguientes alineaciones:
Pléyades | 4° Tauro | Luna |
Procyon (α CMi) | 4° Cáncer | Júpiter |
Algorab (δ Cor) | 15° Virgo | Mercurio |
Estas tres alineaciones vienen corroboradas por tres tablillas babilónicas, en las que aparece el planeta asociado a una constelación y a una estrella 10. En el caso de la Luna es un grupo de 7 estrellas que representa a las Pléyades, situadas sobre el Toro. En el caso de Júpiter la estrella ha sido identificada con Procyon, dibujada en la tablilla a cierta distancia de la cabeza de la Hidra. En la tablilla que muestra la exaltación de Mercurio vemos a la Virgen con la Espiga y al Cuervo, cuya estrella más importante es Algorab.
Las exaltaciones de Saturno y Marte que he derivado en base a la sección áurea, se encuentran en sendas zonas particularmente pobres en estrellas. Pero si buscamos las estrellas fijas más próximas, nos encontramos precisamente con los grados de exaltación tradicionales:
Zubenelgenubi (α Lib) | 20° Libra | Saturno |
Deneb Algiedi (δ Cap) | 29° Capricornio | Marte |
Sadalsuud (β Aqu) | 28° Capricornio | Marte |
En el caso de Marte se ofrecen dos estrellas cuya longitud polar coincidía con la exaltación de Marte en la época antigua. Deneb Algiedi, en la cola del Capricornio, está más cercana a la eclíptica.
Nos queda Venus. También esta exaltación se halla en una zona muy poco estrellada. Sin embargo sabemos que los pueblos de Mesopotamia identificaban a la diosa Ishtar con uno de los peces de la constelación de Psicis - el que nada hacia el norte - y con parte de la constelación de Andrómeda. Cuenta también una leyenda que Afrodita y Cupido, huyendo de Tifón, se sumergieron en el Eufrates y se convirtieron en peces. Estos fueron catasterizados en la constlación de Piscis. Como estrellas fiducias se ofrecen sobre todo dos opciones:
Mirach (β And) | 26° Piscis | Venus |
Revati (ζ Pis) | 25° Piscis | Venus |
Aunque Mirach es una estrella considerablemente más brillante que Revati, está muy alejada de la eclíptica.
El Sol evidentemente no tiene estrella fiducia, porque no pueden observarse las culminaciones de estrellas junto con el Sol. El Sol en su máxima exaltación podía observarse mediante el ocaso helíaco de las Pléyades.
Estas estrellas servían para ubicar las exaltaciones de los planetas. El grado de exaltación propiamente dicho sería un punto del zodiaco en relación armónica con las demás exaltaciones. Aunque hoy por hoy no podamos demostrar que los antiguos definieron las exaltaciones mediante el número de oro, resulta altamente improbable que la distribución encontrada sea fortuita, sobre todo teniendo en cuenta que el número de oro aparece también en otras distribuciones de la astrología hermética. También en la astrología védica he encontrado distribuciones basadas en el número de oro muy sugerentes - especialmente en el sistema de dasas o periodos planetarios – que no puedo explicar en este espacio.
Ejemplo de estudio
Para terminar, quisiera dar una pequeña prueba de cómo se aplican en la práctica los conceptos aquí explorados. Este ejemplo de estudio me servirá también para abrir una perspectiva de posible aplicación de la sección áurea. Se trata de la carta natal del padre del psicoanálisis, Sigmund Freud. Está calculada con el zodiaco sidéreo y el ayanamsha galáctico. El sistema de casas que utilizo es el clásico de casas iguales a signos.
El acendente en Libra nos muestra una persona sociable, atractiva, con buen gusto y con inclinación hacia las artes y la cultura. Estando Venus en casa 7, el nativo desarrollará un especial interés por entablar contacto con otras personas. Lo hará de un modo activo, en ocasiones impulsivo, al estar Venus en Aries. La posición del Sol, significador del yo, en esta misma casa, refuerza un afán por plasmar su nota personal y su autoridad en su interacción con los demás. Es alguien con un interés activo y consciente por el prójimo y por temas como el matrimonio y el amor. El Sol exaltado y libre de aflicción le dará fuerza para mantener relaciones satisfactorias y sentirse realizado en el matrimonio y las asociaciones personales. Al ser regente de casa 11, este planeta exaltado refleja también el impacto del movimiento y de la asociación psicoanalítica que fundó Freud.
Venus en conjunción con Rahu indica cierta insatisfacción y búsqueda en el ámbito del amor, del erotismo y del placer. Rahu dará incluso cierta obsesión por estos temas, más aún estando en casa 7. Freud ha sabido encauzar esta gran inquietud de un modo constructivo, poniendo al descubierto la importancia de las pulsiones sexuales para la salud mental, y convirtiéndose en un pionero de la psicología del placer. Rahu le empujó a romper con muchos de los tabúes y valores morales en torno a la sexualidad (Venus).
Sin embargo, lo que explica el carácter terapéutico de su acercamiento a las personas es el término del ascendente, de Venus y de Rahu. Los tres se hallan en término de Júpiter, regente de casa 6, situado además en su domicilio en esta casa. Su interés por el otro (Libra y casa 7) viene condicionado y concretizado por la dedicación a la salud y la medicina (casa 6). Con el regente de 7, Marte, en casa 12, el contacto personal con el otro le lleva además a experimentar o a descubrir aquello que está marginado o inconsciente. Tanto Marte como Júpiter están en término de Venus, creando una reciprocidad que refuerza la conexión entre el paciente (casa 7), la medicina (casa 6) y las pulsiones inconscientes (Marte en 12). Este Marte a su vez es asistido por Mercurio, que le recibe por trígono, y que explica el acercamiento a esas pulsiones a través del lenguaje y del análisis (Mercrio/Virgo). Esta recepción se ve reforzada por la cercanía de Marte al grado de exaltación de Mercurio.
Júpiter es doríforo del Sol, siendo una carta diurna, de manera que – en su calidad de regente de 6 – se convierte en un significador importante para la profesión. Esta configuración promete éxito, al estar el Sol angular y Júpiter fuerte por signo. Aspecta por trígono (su aspecto más poderoso) a la casa 10, corroborando esta interpretación. Pero el significador más importante de su actividad profesional es la Luna, regente de casa 10, y significadora general de la psique. Está exaltada en Tauro, y conjunta a Mercurio, dando una mente fuerte, estable y cabal, y una gran inteligencia. Ahora bien, ambos planetas se encuentran en casa 8. Por un lado esto nos habla de crisis importantes en la carrera profesional, y de posibles escándalos públicos. Pero ante todo significa una actividad profesional relacionada con el lado oscuro, con los temores, complejos y pulsiones destructivas del ser humano y de la sociedad. Los planetas de la mente en esta casa no podrían explicar mejor la creación del psicoanálisis. Es una Luna en cuarto creciente, que indica una mente abierta y pionera, y al estar exaltada promete éxito profesional (regente de 10). La conjunción con el regente de casa 9 (Mercurio) forma lo que los hindúes denominan un Raja Yoga, una configuración regia, que augura éxito y destacamiento en la posición social. El estar la Luna en término de Saturno, que está en casa 9, y en conjunción con el regente de esta casa, implica una fuerte conexión entre la profesión y el mundo de las ideas y la búsqueda de conocimiento. Saturno en casa 9, por otro lado, y en cuadratura a Júpiter, el significador de la fé, explica la convicción ateista de Freud.
Hacia una aplicación moderna de la sección áurea
La distribución de los grados de exaltación formando recíprocamente secciones áureas sugiere la posibilidad de extender este principio armónico a las configuraciones planetarias que se producen en una carta natal. Sería una aplicación análoga a los puntos medios, solo que el tercer planeta, en vez de situarse en el punto central entre los otros dos, estaría en una de las dos secciones áureas.
Al ser la exaltación una dignidad que indica un auge de la virtud planetaria, podría pensarse en una especie de inspiración por parte de los planetas flanqueantes, que potencia y alienta la virtud del planeta en la sección áurea. Siguiendo la lógica de las exaltaciones, sería de esperar un efecto de este tipo sobre todo si los planetas flanqueantes fueran los mismos que en el sistema de exaltaciones, o si fueran dispositores y/o compañeros de secta del planeta situado en la sección áurea, o si existiese otra afinidad fuerte entre los planetas involucrados.
En la carta de Freud se da una configuración de este tipo. La sección áurea entre el Sol y la Luna está en 6°37’ de Tauro, a menos de un grado de Mercurio. Mercurio de por sí está en una situación privilegiada, al ser inminente su orto helíaco, y recibir un sextil diestro de Júpiter. Pero además su posición en la sección áurea entre Sol y Luna reproduce el arquetipo de su grado de exaltación, que forma precisamente una configuración análoga entre las exaltaciones de las luminarias. Para alguien que desentrañara de un modo tan genial los procesos de evolución de la personalidad y la dinámica de nuestra psique (Luna) no deja de ser una posición notable. También la habilidad para “traducir” (Mercurio) los símbolos y contenidos inconscientes (Luna), y para integrarlos en la personalidad consciente (Sol), vendría descrita por esta configuración. Por otro lado, la sección áurea entre Venus y Mercurio – a 25°14’ de Aries - incide en el Sol. Estos planetas no tienen afinidad con el Sol, lo cual tal vez reste fuerza a esta posición áurea. Sin embargo, podría describirse como una persona que sabe armonizar o integrar especialmente bien la mente racional y el lenguaje por un lado, y el placer y la estética por el otro. Aparte de su trabajo como psicoterapeuta, cuyo pensamiento (Mercurio) giraba en torno al tema de la sexualidad (Venus), Freud era una escritor muy prolífico, que sabía expresarse con elegancia, además de ser una persona muy culta y amante de la literatura.
El Sol se encuentra además en otra sección áurea, esta vez entre Júpiter y la Luna (25°14’ Aries). Los tres planetas son mutuos amigos, siendo Júpiter además compañero de secta del Sol. La combinación de la Luna con Júpiter da popularidad, optimismo y una disposición benevolente. Pienso aquí en una fuerte voluntad (Sol) por comprender y mejorar (Júpiter) la condición psíquica de sus pacientes (Luna en casa 8). Al mismo tiempo tenemos aquí un contacto entre el planeta regente de casa 10 (profesión) y el regente de casa 6 (sanación), actualizado a través del Sol.
Es esta una técnica en fase experimental, que necesita obviamente de mucho más estudio y observación. Por lo que he podido ver hasta ahora, creo que en muchos casos nos da claves importantes para entender talentos o incluso rasgos geniales del individuo, o ciertos temas que despiertan su inspiración o fascinación.
Notas
1 Se trata de un número irracional, es decir, que no puede ser expresado como fracción de dos números enteros. Otros números irracionales conocidos son π, así como √2.
2 Timeo, citado según Matrila C. Ghyka en El Número de Oro, Vol I (Los ritmos); Ed. Poseidon, Barcelona, 1978.
3 Theodor Landscheidt, Astrologie – Hoffnung auf eine Wissenschaft? (Astrología – esperanza de una ciencia?); Led Resch, Innsbruck 1994. Las imágenes están tomadas de esta publicación.
4 F. Möller, Gibt es kosmische Einflüsse auf das Wetter? (1967)
5 El Sol tiene una rotación diferencial: el período de rotación es de 25,03 días en la zona ecuatorial, y a 16° de latitud heliográfica es de 25,38, lo cual corresponde a su rotación media. La rotación solar es pues algo más acelerada en el ecuador que en las latitudes más al Norte o al Sur de la esfera solar.
6 Klaus Podirsky, Fremdkörper Erde – Goldener Schnitt und Fibonacci-Folge und die Strukturbildung im Sonnensystem (La Tierra, cuerpo extraño – Sección áurea y sucesión de Fibonacci y la formación estructural del sistema solar); Serie Kontext, vol. 6, Ed. Info3; Frankfurt am Main 2004.
7 La regla de Titius-Bode es una fórmula que encontró Titius Bode en 1766, y que describe las distancias medias de los planetas al Sol. Según esta regla, las distancias medidas en unidades astronómicas a, se describen por la ecuación matemática a = 0,4 + 0,3 x 2n, en la cual habrá que poner para Mercurio n = -∞, para Venus n = 0, para la Tierra n = 1, para Marte n = 2 etc. Esta regla funciona también para el cinturón de asteriodes, pero muy mal para Neptuno, y no funciona en absoluto para Plutón.
8 Se trata de la dirección primaria clásica, tomando 1° de ascensión recta por año.
9 Información personal de Gayatri Vasudev, astróloga védica y hija de B.V.Raman.
10 Ernst Weidner, Gestirn-Darstellungen auf babylonischen Tontafeln (Representaciones astrales en tablillas babilónicas); Österreichische Akademie der Wissenschaften (Academia austriaca de la ciencia), Viena 1967.